February 26, 2008

Es de cobardes no huir a tiempo

Hace muchos años me enfrasqué en una relación tan destructiva que hubiera sacado de onda al mismo Polansky. Como es típico de toda relación tormentosa, y casi por definición, me aferré a ella con una esperanza terca, desproporcionada, un fervor que pasaba por mucho el límite donde la simple irracionalidad se empieza a llamar locura. Luego, como sucede en todos los casos de estupidez aguda -siempre más tarde que a tiempo-, me bajé del ring por intervención divina y no por voluntad propia. Creo que el berrinche me lo calmó la idea de que el dolor nos hace más fuertes.

La razón por la que recuerdo ahora este episodio de mal gusto es que hoy me sorprendí a mí misma repitiéndome el cliché de que sólo los cobardes se da por vencidos, y que yo no soy cobarde, y no sé que tanta cosa. La verdad -rectifiqué unos minutos después, cuando recordé lo mismo que narro en el párrafo anterior-, es que muchas veces por no ser cobarde he sido imprudente. Y que más me hubiera valido darme por vencida que seguir luchando por causas perdidas.

A veces pienso en mandar todo al carajo, pus total qué, como dice Maribel ("mñéh, ps, tothál!") pero he de confesar públicamente que me da miedo el qué dirán. No sé quiénes, pero qué dirán. Qué dirán cuando me vean regresando, con mis cajas de bachoco y sin título de doctorado, sin trabajo ni familia ni nada, regresar, así nomás, como me fui, pero más vieja, más gorda y más amargada.

Y entonces no sé si será necedad, pero me digo "otro ratito, vamos a echarle ganas, hasta septiembre y ya". Y así me he ido quedando, poco a poco, en cada lugar, todo este tiempo. Treinta y un años, ya van a ser...

3 comments:

Larisa Escobedo said...

chale. el que-diran es tan poderoso. asusta.

Anonymous said...

Se llamará Juan Miguel?

Violeta Vázquez-Rojas said...

quién es Juan Miguel?