September 28, 2008

kumbia queers


La primera vez que las vi me enamoré de Pilar. Lalo me había dicho que íbamos a oir un grupo de argentinas que mezclaban "rock con música popular", valga la redundancia. Y aunque en términos generales la descripción era correcta, nunca me imaginé que el "rock" era punk rock y la "música popular" era cumbia villera, Madonna, Nancy Sinatra y más rock, Black Sabath, The Cure y todo lo que un niño ochentero puede revivir a los treinta con emoción. Y ritmo tropical.

Me enamoré porque habían puesto a bailar a mis amigos (ahí estaba Camilo saltando como en 1994, la Toks, que no podía faltar, Jimmy con su inseparable chela en la mano, tambaleándose con ritmo). Me encantaron porque los micrófonos no servían y ellas sin embargo se lanzaron a tocar, con la grandiosidad con la que Izthak Perlman tocó con tres cuerdas en el Lincoln Center, de Nueva York, según cuenta la leyenda, bajo el motto "el artista hace lo que puede con lo que le queda". Ni más ni menos hicieron las Kumbia Queers en el Pit de Cuernavaca. Después los micrófonos funcionaron y lo celebraron como si se hubieran ganado la lotería. Me gustan porque son el mejor contraejemplo a la visión imperante "sólo hay una manera de hacer bien las cosas". Son lo opuesto de quienes juzgan que cada cosa pertenece a un solo género (musical o social). Son lo contrario del orden, y aun así super organizadas. Son la muestra de que la creatividad impera sobre la tan alabada "productividad". Son lo contrario del trabajo de nueve a cinco, y sin embargo super chambeadoras, son el reverso de todo.

Hacía calor, largaron las playeras al carajo, enseñaron los brasieres, tocaron y se desgajaron de alegría en el escenario, yo volví a tener dieciocho años durante esas horas y en el centro de todo, brillante con su guitarra roja tapizada de estickers estaba Pilar, queer poderosísima y sin duda la más atractiva que he visto. No le pude quitar los ojos de encima en toda la noche.

Al final de ese primer concierto, envalentonada con las chelas que se tomó Jimmy (porque yo no tomo), me acerqué a Pilar sorteando las marejadas de fans que se arremolinaban alrededor de ella pidiendo autógrafos. En realidad eran sólo tres, pero los nervios del momento me hacían sentirla inalcanzable. Desde entonces me dediqué a conseguir su disco, a ver sus fotos, a pescar el próximo concierto al que pudiera ir, a tragarme los nervios y la pena y pararme enfrente ella al final o antes del concierto y decirle "yo soy la que te mandó un correo / dió su teléfono / abrazó en el pasagüero / sonrió en el alicia / ama la remera que tiene y que tú estampaste/ cantó todas tus rolas hoy". Pilar siempre va a contestar, amable y confundida "che, siii... recuerdo, vos me mandaste un correo / sos de Cuernavaca, cierto?". Miente. No se acuerda, pero no me lo quiere decir. Y por eso me gusta más.

Ayer las Kumbia Queers cerraron su gira en Nueva York. Yo, como le dije alguna vez a Pilar en el primer correo que le mandé, estaba ahí bailando en primera fila. Mientras estaba cantando y riéndome y saltando, pensaba: son muy buenas, pero ojalá que nunca se hagan famosísimas porque lo que las hace grandes es saber que al terminar el concierto se van a estar fumando un cigarro o tomando una chela en la banqueta, o atendiendo su puesto de discos y playeras, y uno se va con la certeza de que el próximo año, en un forito pequeño como El Pit o el Fontana, va a tener durante unas horas dieciocho años otra vez. O mejor aún: va a tener los años que tenga y va a saltar y bailar pensando que la vida es de colores con print de leopardo y cuero negro y que el mundo es más bello por el revés que al derecho.

Foto: pagina12.com.ar

September 27, 2008

la generación que no viajó


Andrea me estaba una vez platicando sobre cómo sus abuelos, Ricardo e Isabel, habían sido de las pocas personas de su generación que habían viajado a Europa, y no se diga a Medio Oriente. Hay que tomar en cuenta que todavía entonces el océano se cruzaba preferentemente en barco y no en avión. Seguramente este comentario era una nota al pie en algo mucho más interesante que me estaba contando, pero es una de esas cosas que dice Andrea que recuerdo con frecuencia.

Mi querido amigo Nico, del que hace años no tengo no tengo noticia, es un antropólogo clásico de los que ya no quedan. Vive oficialmente en Buenos Aires y regularmente en Maputo, Mozambique. Como el Coloso de Rodas, tiene un pie en cada continente, y a veces me lo imagino haciendo esfuerzos por cruzar las piernas porque siempre quiso llevar Buenos Aires a África y traer a Africa a Sudamérica. Al menos así era hasta la última vez que lo vi. En alguna de sus cartas escritas a mano (porque Nico mandaba cartas escritas a mano, era un clásico, les digo) me decía: "Nuestra generación se va a definir como la generación que viajó. Y nuestros nietos dirán: '¡Esos viejos sí que vivieron la Historia!'". En efecto. Yo no hubiera conocido a Nico si no hubiera sido porque en mi generación, a diferencia de la de los abuelos de Andrea, viajar era mucho más común y accesible que antes.

Cuando era joven me gustaba viajar para conocer gente. Ahora conozco gente sin viajar. A veces coincide el viaje más o menos largo de alguien con mi paso más o menos permanente por algún lugar. Me pregunto cuál será la definición de la siguiente generación con respecto a su movilidad espacial. Mi apuesta es que los viajes poco a poco serán cosa del pasado. Desde que nos prestaron el Aleph de Borges, para ver el mundo no hace falta dejar el sillón. Y si a eso se agregan todas las medidas, esas sí, terroristas, de las aerolíneas que se esfuerzan por hacer de los vuelos un viacrucis, probablemente la próxima generación no será muy diferente de aquella en la que Isabel y Ricardo eran una excepción.

September 24, 2008

sesiones de orientación vocacional

Por fin hay un asiento libre. Aprovecho que estoy sentada para leer un artículo en el corto trayecto que me queda. Lo saco de la bolsa: este no es, este es el vocabulario de Quechua. Este es, ahora sí: "The binding theory". Y a leer: "Una DRS está incrustada en en un modelo µ ssi para toda función de interpretación ƒ que asigne a cada expresión de L..." Siento un golpecito en el hombro. El pasajero de al lado mío tiene una pregunta:
-Excuse me, is that linguistics?.
-Sí señor, es lingüística. Cómo supo? -respondo yo.
-Oy, recuerdo haber tomado esa materia en la universidad. Es dificilísimo. Qué estudias , la maestría?.
Se me llena la boca con las siguientes tres sílabas:
-Pi-eich-di.
Como si dijeran algo.

Y regreso a mi artículo y a mi ipod: mbsnm µ∫†≠∫¥s... Pero el vecino me da otro toquecito en el hombro:
-Mi amigo estudió el doctorado en Lingüística y Ciencia Cognitiva en Rutgers.
-Ah, mire usté..
-Siete años, le llevó terminar.
-Pues qué rápido -pienso en voz baja.
-Pues es en promedio lo que le toma a todo el mundo -digo en voz alta.
-Y usted qué hace?
-Soy abogado
-Ahh
Y la respuesta me invita a sumir los ojos de nuevo en mi lectura: mbsnsmm ∫∑ßpq....

-Oiga, le puedo preguntar algo?
Como siempre que oigo esas palabras, hago cruces y pido un deseo: "Por favor Dios mío, que sepa yo la respuesta". Pero no tengo suerte:
-Todo eso -dice mientras agita la mano suavemente sobre mi artículo, -a quién le importa?

Si tuviera el don de la franqueza, diría: "La verdad, señor, quiénsabe. Lo mismo me pregunto yo todas las mañanas mientras tomo clase, todas las tardes mientras trabajo y todas las noches cuando regreso a mi casa con la sensación de que he perdido el día. Y cada vez entiendo menos qué es lo que hacemos cuando hacemos esto, y a quién le puede importar que mbsnsmm ∫∑ßpq". Si hubiera sido cínica, hubiera dicho: "A casi nadie, pero dígame usted, eso de hacer leyes, a quién le importa como no sea a los pocos cuantos que pagan para que se las hagan a su medida y conveniencia?".

Pero como no soy cínica ni franca, di mi respuesta estándar para los necios que piensan que el suyo sí es un trabajo productivo:
-A nadie le importa, realmente. Pero nos divertimos. (Risas fingidas).

Es la mejor respuesta para cortar de tajo una conversación improductiva sobre la productividad de nuestra ocupación. También es una respuesta falsa. Yo, al menos, no me divierto sabiendo que mbsnsmm ∫∑ßpq ssi µ∫†≠¢œ∫¥©. Y como al resto de los mortales, tampoco me importa.

September 10, 2008

A esta ciudad le falta una capa de pintura.

September 04, 2008

bucólica del metro

No hay lugar más inmundo que las ciudades. Lo que es como decir, no hay lugar más inmundo que el mundo -sobre todo para la gente llamada "de mundo", que se define por la incapacidad de vivir en cualquier ambiente que no sea decididamente urbano.

En esa planta alta del infierno que llaman estación de metro, la suciedad se vive con resignación. Se agarra uno fuertemente del tubo resbaloso de grasa humana, o se sienta en las bancas tapizadas con manchas negras de chicles masticados, rodeado de óxido y orines. Cierra los ojos ante las corrientes de aire caliente que sopla por los túneles como el aliento de una bestia inorgánica. Salen de las paredes, de las escaleras y de los elevadores, olores tan nauseabundos e intensos que el olfato no los puede creer. Y se acostumbra. Y después de un titubeo muy breve, me siento en el suelo a leer mi libro y esperar, con la piel pegajosa de un sudor que ya no sé si es mío. Sólo suspiro y me revuelco sin moverme en toda la suciedad que viene a mí, que me envuelve como el cochambre a las ollas en el trastero.