June 28, 2009

Aleph 2.0

Yo sólo he querido una cosa en mi vida: estar en otro lugar, con otras personas, haciendo algo más. Ese otro lugar, por supuesto, depende del lugar en donde esté. La cosa es que no quiero estar aquí, no importa dónde sea aquí. Cuando oigo las palabras "aquí y ahora", base de la meditación trascendental y el alma zen, algo desde el fondo de mi cerebro borracho y mundano reclama "¿porqué no mejor allá y entonces?"

La paradoja irresoluble de siempre querer estar en otro lado ha sido durante muchos años muy angustiante. No es un problema que se resuelva con geografía, porque siempre que traté de huir a una ciudad más grande, al cabo de los años esa ciudad probaba que por monstruosa que fuera siempre terminaba reducida al área cúbica de metro y medio por un metro por medio metro que me contiene. Y otra vez daban ganas de escaparse de ahí.

El alcohol ayudó un poco, porque aunque no me teletransportaba literalmente, al menos me dejaba ser otra persona por un rato, entonces yo, la que era, seguramente se iría a algún otro lugar, aunque luego los palimpsestos no me dejaban recordar por dónde me habría andado paseando. Claro que al día siguiente la cruda me daba en el aquí y el ahora y después de diez años esa carrera dejó de ser redituable. Entonces dejé el trago y agarré el internet. Me meto de todo: mucho feisbuc, mucho skype, blogs por montones y nada puedo sin Google. A las rayitas que marcan la intensidad de la señal las llamo "signos vitales" y cuando estoy lejos de una red por varias horas me sudan las manos y como demasiado pan dulce.

"El punto que contiene todos los puntos del universo" no está en un viejo sótano de la calle Garay (ya había dicho el mismo Borges que ese no era el verdadero), sino precisamente en cada uno de los puntos humanos del infinito -siempre y cuando tengan conexión y computadora.

Aunque esta adicción me resuelve el problema en la superficie, sé que como todas, es un mero paliativo, y que algo más está en la raíz de esta incomodidad permanente. De algún closet habré de salir. Pero no ahora, ni aquí. Ya será en otro lugar, en otro mundo, algún otro día.

June 17, 2009

¡Al ladrón!

Aquél a quien alguna vez le hayan robado algo no me dejará mentir: lo primero que se experimenta es la sensación de estar soñando -incredulidad. Lo segundo, ganas de regresar el tiempo, y desesperación por no poderlo hacer. En tercer lugar viene una invocación divina: "¿porqué a mí?". Ya cuando uno no recibe respuesta a esa pregunta impertinente y reconoce que nunca estuvo soñando, irá a la estación de policía o hará lo que tenga que hacer, sin muchas esperanzas de recuperar lo perdido.

A mí sólo me han robado dos veces en mi vida. La primera vez, iba a salir de un café internet y me dí cuenta de que faltaba mi mochila. Repasé mil veces en diez segundos el último lugar donde la había visto -en el suelo, junto a mí, como si pudiera haber algún error y pudiera estar ahí sin que yo la viera. Durante esos diez segundos repetía incoherencias como "nopuedesernopuedeser" mientras daba vueltas sobre mi eje. Hasta que alguien me tocó el hombro e hice tierra: -Tu mochila ya no está. Ya no la busques, se la llevaron. Ahora ve a la estación de policía y pon una denuncia, mejor. La escena siguiente era vergonzosa: en la estación de policía había una fila de unos cuarenta turistas asoleados y chancludos con cara de circunstancia. Como no me quise sentir una más del montón, me largué a comer un croissant de chocolate y reconfortarme con la idea de que, al menos, mi cuaderno de viaje no se lo habían llevado.

La segunda vez fue más complicado. Pasé por los mismos tres estadios -incredulidad, impotencia y lamentación- pero dispersos durante un periodo mucho más largo. Empezó cuando desperté a las dos de la mañana para seguir las gráficas del conteo y noté algo raro. Un par de horas antes iba a la zaga, y de pronto ganaba por una nariz el candidato de la derecha. Me fui a dormir pensando que eso conjuraba el pedazo de mal sueño que estaba viviendo. Al día siguiente me tocó la puerta mi vecino Pablo. Esperaba que me viniera con buenas noticias y su sonrisota de siempre, pero también tenía cara de pasmado. De pronto pareció que nuestro deartamentito de Coyoacán estaba en la isla más alejada del mundo. Por eso decidimos irnos al zócalo. No hablamos durante el camino. No sabíamos a qué íbamos, pero teníamos que salir a algún lado a enterarnos de qué estaba pasando: de ese tamaño era la incredulidad.

En el zócalo cubierto por una gran nube panzona se estaba congregando una multitud silenciosa y tristísima como la misma tarde. Parecía como si la sospecha que todos teníamos se fuera confirmando a medida que llegaba más gente. Como por misterios de la psicología social, surgió la consigna que se volvió el soundtrack de los siguientes cuatro o cinco meses. Ver a la gente era como verse en un espejo. Habíamos pasado de la incredulidad a la certeza: a este pueblo que estaba allí le habían robado la elección. Y con la certeza vino la rabia de la impotencia, ganas de regresar el tiempo y no poder.

Las siguientes semanas oscilaron entre el desasosiego y la esperanza que da saber que la justicia -la de a deveras, no la de los jueces- está del lado de uno. Las marchas multitudinarias de julio parecían el epicentro de la Historia. Y ahí estuvieron todas las personas que conozco y que estimo. En muchos momentos llegué a creer, casi a estar convencida, de que se podría ganar una lucha así sólo teniendo la razón. Pero las consignas tenían un eco inaudible, una lamentación: "¿porqué a nosotros?"

Lo que vino después no me importa y no lo quiero recordar, en parte porque lo tengo demasiado presente: un movimiento llevado al colmo del ridículo por los mismos que se adjudicaron -o quizás tenían- la responsabilidad de encauzarlo, un gobierno pusilánime que se quiso hacer valer (como hacen todos los que llegan al poder bajo la sospecha de un fraude) a punta de golpes y sembrando terror: guerra, epidemias, la constante invención de un enemigo común, que según una gastada fórmula hegeliana, va a traer unidad al interior de un estado-nación que no se pudo legitimar por las buenas. Porque los que usan la fuerza no entienden, nunca leyeron al sabio de Porchia: "Temer no humilla tanto como ser temido".

De todo esto me estoy acordando justo hoy, tres años después, porque Mau nos reenvió el mail de su compañera iraní que voy a pegar debajo de este post. Me acuerdo por que esa incredulidad-impotencia-rabia que sentimos hace tres años al final nos la tuvimos que tragar sin agua. Y podríamos decir que no sirvió de nada, si no fuera porque hoy parece que por lo menos nos hace sentir empatía con millones de personas que están pasando por lo mismo en el otro lado de la Tierra; gente que con otra religión y con otra historia está saliendo a la calle en estos momentos con una canica atorada en la garganta. Y porque la experiencia que nos dejó el 2006 es que un robo así no se debe repetir en ningún lugar del mundo, cerca o lejos, por ningún motivo.


Dear friends,

You have probably heard the news about the presidential "elections" in Iran.
I can't even express with any words that I know, my grief, despair and anger on what is going in my country right now, but writing this note, I can do.

What is going on in Iran definitely cannot be described as anything but a coup d'état. The votes are completely made up. People protesting in the streets are being beaten up right now, and many activists, reporters and politicians (including high-level reform leaders) have been arrested (or put under house arrest) in the course of a day. The sms network and almost any decent news website (+ facebook, youtube ... ) has been blocked. The mobile phones and internet in general are on and off, not very reliable. If you are interested to know what has/is been going on, I have written/will write some stuff here about it: http://aniranianperspective.wordpress.com/. Particularly on why we think that the results are faulty.

The main reason I am contacting you, dear friends, is that we do not see this information going around in the international media as much as it should (which brings to mind whether they really care about democracy, or whether there is something we don't know going on behind the scenes ... but that's another story). They are taking a very conservative tone. A majority of the Iranian people have voted for Mousavi, they do not accept Ahmadinejad as their president, and are protesting it. We want the international community to reflect our legitimate right to have a president that is selected by our own "real" votes, in a free and fair election. Please help us spread this word, by just telling whoever you know, if enough people know and it is reflected in the media, then maybe we could get our word through to other governments and international organizations.

These are some of the things we would like to see in the media:
- Not referring to Ahmadinejad as the winner of the elections.
- Calling it by it's name, a coup, not a "disputed election".
- Reflecting our demand of having a rerun of the elections.
- Covering the crackdowns and restrictions of civil rights in Iran.

I really wished that I didn't have to write this. I never supported international action in our national affairs before this, I strongly believe in reform from within and grassroots movements, but this is not a normal situation and we have no other choice right now.

Thank you.

Best wishes,
Sara

June 13, 2009

No diga "sí" cuando quiera decir "sí"

-¿Quieres ir a otro bar?
-Bueno.
-Ya sé. Te propongo que mejor compremos una botella de vino en el camino y vayamos a mi hotel.
-Mmm... Bueno -le dije sin voltearlo a ver ni hacer nada por moverme de mi banquito, desde donde veía fijamente la lista de decenas de cervezas belgas mientras trataba de decidir de cuál de ellas iba a pedir mi siguiente tarro.

Y ya que pasaron unos dos minutos en un silencio incómodo para él, de oro para mí, tuvo la osadía, muy germánica, de preguntármelo derecho:

-¿Tienes algún problema para decir "no"?
-Sí- Le contesté.
-¿Porqué?
-No sé. Debe ser cultural. Creo que en mi país está mal visto decir que no.
-¿Entonces qué dicen?
-Decimos que sí. Pero no queremos.

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Raúl dice que su mamá tenía un libro que se llamaba No diga "sí" cuando quiera decir "no". Y que según él sí funcionaba, porque cuando le quiso dar una hojeada, la mamá se negó rotundamente a prestáselo.

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Llegó Cara a la oficina que compartimos, como en un chiste malo, una gringa, un francés y una mexicana. Venía a invitarnos a algo así como un show de un comediante con el que estaba saliendo, o algo a lo que no le puse mucha atención. Yo me negué diciendo, como acostumbro:

-Mmm... suena bien. El miércoles, ¿verdad? Tal vez sí voy, voy a hacer todo lo posible. Te confirmo por correo.

Lo cual era falso, porque no tenía la más mínima intención de asomarme por ahí ni mucho menos de escribir ningún correo para confirmarlo o desconfirmarlo. Vincent, con todas sus maneras franco-asiáticas, se deshizo en pretextos, disculpas, me-hubiera-encantado-pero-de-veras-no-puedos, y después de muchos vericuetos, dijo diplomáticamente que no. Y me hubiera olvidado de esta escena tan común y corriente si no hubiera sido por la respuesta de Tricia, que me dejó la sangre de hielo:

-No, yo no quiero ir, gracias.

Cómo admiré el temple con el que se desentiende de los compromisos un nativo de Nueva Inglatera.

Me imaginé a mí misma diciéndole a mi mamá: "No voy a ir a la comida de tus amigas porque no quiero, gracias". A la casera que me invita a merendar todos los días: "No, la verdad no voy a subir a su casa ni un día de éstos, no se me antoja, pero gracias de todos modos". A la mamá de mi amiga que me ofrece quesadillas fritas: "No quiero, señora, gracias, no me gustan".

Pero en lugar de eso: "Sí voy, aunque sea un ratito"; "Sí, cómo no, ahi nos ponemos de acuerdo para merendar un día"; "Muchas gracias, ay qué ricas quesadillas. Sí, con cremita por favor, qué amable".

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Aunque de todos, Christian era el mejor. Contestaba el teléfono, lo invitaban a algún lugar y decía:

-Espérame, déjame anotar la dirección, voy por una pluma.

Buscaba la pluma frenéticamente. Pero no el pedazo de papel. Ya que tenía la pluma en la mano:

-Ahora sí, dime -empezaba a anotar la dirección en el aire. -Perfecto. Ahí te caigo a las siete.

Y colgaba, dejando al otro pobre ingenuo esperándolo con las cervezas o lo que fuera a lo que lo hubiera invitado y que él no tenía ganas de aceptar. Cuando nosotras le hablábamos por teléfono para invitarlo a la casa, oíamos su tono de total seguridad:

-Claro que sí, voy para allá, espérenme. Segurísimo les caigo.
-Órale pues, chido.- Click.
-¿Qué dijo?
-Que no viene.

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El practi-tip ociolingüístico de hoy es, por supuesto, poner en práctica el título del libro de la mamá de Raúl, y negarse a la primera y sin chistar cuando no quiera usted algo. No sé cómo se hace, pero se puede por lo pronto tomar el modelo new-englander ("No quiero, gracias"); o para el principiante, el más amable de la escuela franco-asiática ("Me encantaría pero no puedo").

Práctica más extrema: deje de decir "sí" por un día, aunque deveras quiera acceder a algo. Niéguese hasta a lo que aceptaría de buen grado. Pero niéguese a la mexicana.

Por ejemplo, desmañanado, cuando su cuerpo pide a gritos cafeína:
-¿Te sirvo un café?
-Híjole, pues estaría bien, ¿verdad? Más al ratito, cómo no.

O bien:

-Mira, con mucha pena que sea hasta ahora pero aquí te traigo el dinero que me prestaste.
-Ah... muchas gracias, este.. sí, porqué no te das una vueltita mañana para dármelo, o pasado mañana, ¿sale? Mientras, así le hacemos.

Lo interesante de negarse a la mexicana (es decir, diciendo "sí") cuando en realidad quiere decir que sí es que pone de evidencia que la palabra "sí" (y sus variantes "cómo no" y "sí, cómo no") en español de México son neutrales respecto al valor de afirmación o negación, y como todo lo que es ambiguo, se interpretan sólo en el contexto de uso.

Ahistá, para el que quiera, la caja de comentarios, y para el que no quiera, también, porque en mexicano está más difícil negarse que hacer las cosas de mala gana.

June 11, 2009

La amiga gordita de Memo

No me gusta enamorarme, aunque lo hago muy seguido. Sobre todo, no me gusta enamorarme de imposibles, valga la redundancia, pero es lo único que sé hacer: hombres que están lejos, hombres que están cerca cuando ya me voy, mujeres, Dave Matthews, instructores de yoga, hombres casados, menores de edad, vagabundos heroinómanos que ya perdieron la capacidad de articular palabras que no sean sparesmchange, ligues de bar que nunca llamaron por teléfono, profesores cincuenteros, alemanes, y un largo etcétera. Pero lo que más me desconsuela de entre todos los casos perdidos son los hombres que me consideran "su amiga gordita".

La primera vez que fui la amiga gordita estaba en la prepa y el objeto de mi obsesión se llamaba Guillermo. Memo medía un metro noventa y yo no despegaba del suelo ni metro y medio. Así que pensé en remediar la situación tomando un litro de leche diario y jugando basquet. Lo único que gané fue intolerancia a la lactosa y varios balonazos en la cara. Memo me quería mucho, y me puso el único apodo que me ha gustado y que me encanta que me digan, aunque nadie más que él lo usa. Me buscaba entre clases, en la cancha, y platicábamos larguísimas horas sobre su tema favorito: la muchacha que le gustaba y que tenía novio pero que, según Memo, estaba perdidamente enamorada de él, y para prueba estaban todas las veces que no le contestaba el teléfono y le rechazaba las invitaciones al cine.

Yo podía escoger entre escuchar la historia de amor imposible de mi amor imposible o dignamente largarme a hacer algo divertido con mis amigas. Invariablemente escogí lo primero: escucharlo con el corazón arrugado, pero con el consuelo de que al menos ese rato tenía a Memo para mí solita. Luego me llevaba a mi casa y a veces también a la suya, y llegamos a pasar domingos con toda su familia viendo películas. Yo me sentía en mi casa llena de hermanos, sólo que los de Memo eran más altos y las hermanas más buena onda. A Memo, por supuesto, nunca le pasó por la cabeza que me gustara tanto, y a mí nunca me pasó por la cabeza que me pudiera dejar de gustar. Una buena noche yo dejé de ser su amiga gordita porque me enamoré de mi primer rock-star local y por fin pude sufrir a costa de otro y olvidar a Memo, que era lo que más quería. Él también logró desentenderse de su amor imposible y consiguió una novia lindísima que sí le contestaba el teléfono y de vez en cuando salíamos los tres a comer helados. Si alguna vez a Memo y a mí se nos ocurrió al mismo tiempo la remota idea de darnos un beso, seguro la descartamos por incestuosa. Es que ya llevábamos años de ser muy buenos amigos.

Hace mucho tiempo que no sé nada de Memo, ni él de mi. Si diera la causalidad de que llegara a leer esto, seguro no se reconocería y pensaría que estoy hablando de otro Guillermo. Pero Memo no viene por acá, y aunque le guardo mucho cariño, tampoco hago nada por encontrarlo. Hoy me vino a la cabeza no sólo porque hace unos días fue su cumpleaños, sino porque quince años después aquí me encuentro, a mí que me no me gusta, siendo la amiga gordita de alguien más.

June 10, 2009

Disección

Y a un amor muy fuerte y muy grande que tuve le estaban haciendo la autopsia, para saber cómo es que había muerto tan prematuro, tan inexplicablemente, si tan bien que supuestamente estaba. Yo veía que sobre la plancha estaban a punto de abrirle el pecho -el cuerpo, por cierto, era mío- y en eso desperté, porque no me interesa conocer el motivo. Sólo quería la certeza de que ya no volverá a andar, de que ya no revive ni con paciencia.

Pozo, corazón-cloaca

June 08, 2009

Retrato hablado


It's a mystery to me
The game commences
For the usual fee
Plus expenses


Tocó a la puerta. Tendría que haber estado muy cansado porque, luego supe, el viaje ha sido muy largo, lleva muchos años con la mochila a cuestas. Está buscando a alguien, tiene un retrato hablado. Y cada vez que lo muestra, el retrato ya no es el mismo, ya cambió porque la persona que busca va y viene y moverse de lugar -piensa- es su manera de decirle que lo está esperando.

Confidential information
-It's in a diary
This is my investigation
It's not a public inquiry


Llegó a mi casa porque pensó que era otra persona quien lo estaba llamando. Después entendí que yo también, al llamarlo, me había equivocado de nombre. Cuando supo que yo era yo y que no conocía, ni mucho menos era, la persona que buscaba, lo puso en duda por unos minutos, se decepcionó por otros cuantos, y en el hoyuelo de su mejilla se puso feliz de no haberla encontrado todavía. Entonces empezó a contarme su retrato hablado. Cuando llegaba la noche y estábamos cansados yo no podía esperar a que amaneciera para seguirlo oyendo.

Porque el retrato tenía muchas cosas: varias historias suyas antiquísimas, y otras de personas que queremos y que quizás no conocemos, o sobre ciudades donde vivimos, y las ciudades y los lagos que están debajo. El retrato estaba en español y en inglés y en francés, y luego le agregó unos detalles en una lengua nueva que nunca antes había oido.

I go checking out the reports
Digging up the dirt
You get to meet all sorts
In this line of work


El retrato tiene la gracia de unir puntos distantes e inconexos, porque es tan detallado que es también una historia y un mapa a escala natural. Tiene, por ejemplo, imágenes y colores de todos los lugares donde ella ha estado sin que él la vea y los lugares donde nunca estuvo o donde hubiera sido imposible que estuviera. También tiene un laberinto de mentes, porque pareciera que todos saben algo, y que a él, que lo sabe todo, nadie quiere decirle nada. En esta búsqueda no hay casualidades, y nadie tiene coartada.

Treachery and treason
There's always an excuse for it
And when I find a reason
I still can't get used to it


El retrato no lo habla sólo él sino las personas a quienes les pregunta. Cada pista que alguien le da, errada o acertada, voluntaria o involuntaria, se incorpora al retrato. Es un collage finísimo, un hilado irracional de piezas que sólo encajan con poesía.

El retrato tiene también la magia de que quienes lo oyen quieren ser la persona buscada, quieren poder decir "soy yo, me encontraste". Pero no pueden, porque si lo hacen se acaba el retrato hablado, que es lo más bonito, y él se calla y se va y ya nada tiene caso. Por eso cuando se fue le regalé un mango para el camino y le deseé de todo corazón que nunca la encuentre.

Scarred for life
No compensation
Private Investigations.




(Con letra y música -inaudible- de Dire Straits. Imágenes cortesía de de Kavafis y Doña Amada de Ihuatzio, que tuvo a bien patrocinar el mango)

June 04, 2009

Nacho

-¿No vas a ir al velorio de Nacho?
-¿Cuál Nacho?
-Nacho el de las corundas, hombre. El velador.

Uno pensaría: qué maneras de dar la noticia, desde el asiento de conductor de la combi con pasajeros, a gritos en plena plaza, deteniendo en seco al panadero en su bicicleta, que se queda perplejo unos segundos y no atina a tartamudear otra cosa más que "¿Cuándo?".

-Anoche, en el entierro de su mamá. Estábamos en el panteón y ahí mero se murió Nacho.

Ahora entiendo por qué una de las pasajeras lleva rebozo en miércoles y un ramo de gladiolas. Se me hace un nudo en el estómago, porque para estas cosas no tengo garganta. Los veinte kilómetros del camino se me van pensando cómo lidiará esta gente con tamaña tragedia. Cuánto dolor en una historia tan cortita.

El humor y la tragedia, al fin, provienen de los mismos hechos. Para el humor, basta pararse un poco afuera, ver sin ser tocado, ver como en cinito. Para el dolor, hay que estar completamente envuelto, en el centro mismo de las cosas, sin poder salirse. Y entre los dos hay un limbo donde estamos los testigos ajenos, los que literalmente no tenemos vela en el entierro, pero que igual tuvimos que oir la noticia como balde de agua fría. Y pensamos: pobre Nacho, que sólo supo enfrentar la muerte con la muerte. Y qué solo se habrá quedado ese puesto de corundas.