May 31, 2009

Inicio de nada

Así me lo imagino: el piso mojado con lluvia de la noche anterior. Charcos en los adoquines de la plaza. La primera época de lluvias, que es la de lluvias ligeras y largas. Nubes bajas y espesas envolviendo como rebozos los campanarios de las iglesias. En la cima del empedrado, una señora sentada en su silla de bejuco vende panes de higo. Vapor de lluvia que se cuela por las ventanas de la casa. Humedad untada en las paredes y en los huesos. Aroma de café mal hecho, pero recién molido. Un canasto con mangos en el centro de la mesa.

Y el corazón como un mango amarillo, no muy verde, pero tampoco muy maduro. Un mango que espera. Latiendo dulce y agrio. Tocan a la puerta. ¿Qué va a pasar cuando abra?

May 09, 2009

Diccionario de diminutivos

Actualización del 21 de enero de 2013:

Partes del siguiente texto fueron publicadas sin mi autorización ni conocimiento por Yannina Thomassiny en Chilango.com (11 de julio de 2011). Los editores ofrecieron, como reparación, publicar una nota aclaratoria y una liga (por la que probablemente llegaste aquí), sin reconocer que su reportera copió y publicó como suyas ideas de otra persona. La "omisión" sólo fue reparada después del reclamo mío y de varios amigos y conocidos, a quienes agradezco la buena práctica de denunciar una conducta incorrecta cuando se la reconoce.  

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Si el teatro sanitario de las últimas semanas no la hizo cambiar de opinión, y si su gobierno levanta el ridículo bloqueo al tráfico aéreo entre su país y el mío, mi querida amiga Laura va a visitar México este verano. Me da mucha emoción. Ya estoy pensando en todas las palabras que no va a entender y en algunas nuevas que nos va a dejar. Mariana y Anita, por ejemplo, se quedaron prendadas de la palabra "pinche" (Mariana incluso me hizo el dudoso honor de bautizar a su muñeca mexicana con todo cariño como "Pinche Violeta") y recuerdo el candor con el que le pidieron a más de un amigo que les tradujera por favor, palabra por palabra, "esa canción de Café Tacuba que tiene muchas ches".

Una de las primeras cosas que vienen a la mente cuando piensa uno en las peculiaridades del dialecto mexicano son los diminutivos, en cuyo uso y abuso los argentinos, por cierto, no son ningunos novatos. Pero incluso los visitantes buenitos del país de las galletiterías pueden reconocer que en México la presencia de los diminutivos raya en el exceso.

Y es que supuestamente el uso del diminutivo en México es un reflejo de varios de nuestros rasgos de carácter nacionales: algunos dicen que los usamos porque somos afectuosos, cariñosos, amables. Los detractores del español liliputense, lo hablen o no, consideran a los diminutivos como signo de cursilería, parroquialismo y sentimiento de inferioridad. Las visiones más imparciales lo atribuyen al contacto con el nahuatl, cuyo reverencial -tzin vendría a cumplir las mismas funciones que nuestro -ito, -ita. Tan omnipresente como incomprendido, el diminutivo es de los pocos morfemas que se asocian con emociones a favor o en contra. No escucho seguido, por ejemplo "qué lindo suena el plural", o "me choca cuando usas tantos participios".

Bien pensado, todas esas generalizaciones son erróneas. Por eso he decidido hacer una descripción breve de cuándo y cómo usamos los diminutivos, para evitarle malos entendidos a Laurita, porque odiaría que sus vacaciones fueran complicadas por un sufijo.

El diminutivo en nuestro dialecto es altamente productivo, como ya se dijo, y se puede poner en prácticamente cualquier palabra que se le ocurra. Por ejemplo:

- un sustantivo: mira ese perrito
- un adjetivo: el coche rojito
- un cuantificador: no entendí nadita; sírveme poquitos frijoles.
- un pronombre: le conté aquellito.
- un verbo: nos salimos corriendito.
- un adverbio de lugar: la tienda está enfrentito; hazte pa-allasito (variante ortográfica: haste payasito)
- un adverbio de tiempo: venga más tardecito; ya merito está la comida
- un adverbio de modalidad: de veritas.
- un adverbio de cantidad: ven tantito.
- otro diminutivo: tantitito
- un doble diminutivo: tantititito.

Ahora vayamos al significado. Decir que el diminutivo se usa para expresar "afecto y cortesía", es una descripción simplista y parcial, si no es que de plano falsa. A continuación una lista de las múltiples contextos y propósitos que sirve el diminutivo:

A. Para pedir favores


Se usa sobre todo cuando uno necesita pedir algo y está temeroso de que se lo nieguen, de ahí por favorcito, compermisito.

Si el favor que se pide es muy elaborado o improbable de obtener, se turna a instancias superiores, a quienes se les invoca en actitud reverencial como Diosito o Virgencita.

En algunos lugares, a la hora de cobrar, el diminutivo intenta disimular un abuso haciendo parecer el precio como una bicoca: -¿Cuánto es? -Diez pesitos. Esto evita que el cliente salte asombrado ante el asalto que supone que le vendan un taco de suadero en diez pesotes.

B. Para rehusarse a hacer favores

Así como atenua la urgencia por conseguir algo, el diminutivo le evita dar la cara a quien se niega a hacer un favor:

-¿A qué hora vas a lavar los trastes? -Ya te dije que ahorita.

Ahorita, lo mismo que al ratito, como sabe cualquier extranjero, en mexicano es sinónimo de "nunca". Nótese bien que no existe "nunquita", porque sería redundante.

También es común el espérame tantito: el que oye estas palabras hará mal si espera, y si decide obedecer, deberá aprovisionarse de un banco cómodo y un buen libro. Si el espérame tantito surge abruptamente enmedio de una conversación, quiere decir que el que lo pronuncia es una autoridad en la materia y el interlocutor ya perdió su derecho a hablar.

C. Para atenuar diversas formas de discriminación

El diminutivo se usa con los términos que se consideran despectivos, con el fin de hacerlos sonar, digamos, no tan mal. El resultado es a tal grado políticamente incorrecto, que su uso está completamente pasado de moda y revela de manera negativa la edad y condición social de quien lo sigue empleando: generaciones de 1950 para atrás y/o con bajo nivel de educación.

Así por ejemplo, se oye negrito, morenito, prietito. En nuestra sociedad, no por mestiza menos racista, tener la piel de color más oscuro es motivo de reprobación. Pero por tratarse de una sociedad cristiana, muchos están dispuestos a reconocer que los que padecemos el mal del exceso de melanina no tenemos la culpa de ello. Por eso merecemos los motes de morenitos o prietitos que, según alega el que usa el diminutivo, "son de cariño".

Los que tienen preferencias sexuales distintas a la oficial católica son aberraciones de la naturaleza, pero si uno con buena alma está dispuesto a conceder que ellos tampoco tienen la culpa de su "enfermedad", entonces les llamará jotito o mariconcito. Al respecto cabe notar que no se usa el término para mujeres homosexuales, pues en la mente de quien usa el diminutivo de discriminación, las lesbianas simplemente no existen.

Los grupos étnicos que en este país han sido objeto de persecución -y cuando se ha podido, hasta de exterminio-, también merecen el diminutivo cuando la intención supestamente no es atacarlos, sino discriminarlos de manera "positiva": chinitos, inditos, (Cf. esa insufrible canción de Cepillín: en el bosque / de la China / la chinita se perdió)

Nacionalidades con las que se ha tenido roces históricos, o de quienes se han sufrido invasiones y avasallamientos varios: gringuitos, francesitos. De preferencia se usa en femenino: "Riquis anda con una francesita". En estos casos el diminutivo expresa falsa simpatía bordeando con una especie de lástima inmerecida, que no es otra cosa que resentimiento.

Nunca se usa el diminutivo con nacionalidades que no nos importan, o de gente que es considerablemente más alta. No se dice, por ejemplo suequito, ni alemancita, ni arabito. Para bien o para mal, Laura nunca va a escuchar la palabra argentinita.

Lo peligroso de este uso del diminutivo es que es tan evidentemente hipócrita, que pierde una de las cualidades definitorias de la hipocresía, que es el disimulo. Entonces quien lo usa queda expuesto como abiertamente retrógrada y con sentimiento de culpa, además de que, como dije, denota bajo nivel de educación (entiéndase por lo último que, aunque haya terminado la universidad, nunca ha leído un libro por placer y ve más de dos horas diarias de televisión por antena aérea).

D. Para intensificar insultos

El diminutivo afijado a una palabra altisonante no la hace menos vulgar, sino que denota que la persona así calificada posee el atributo en demasía: Es cabroncito, el Diego. Otras palabras traen el sufijo desde la derivación, es decir que nacieron en diminutivo, como chingaquedito.


E. Para fingir modestia


-Pues con mis ahorritos, me compré una casita.

Lo anterior puede ser dicho por un líder sindical corrupto -valga la redundancia, un funcionario público o un trabajador honrado. En todo caso es evidente que el que lo usa está disimulando orgullo y usa el diminutivo a fin de no despertar envidias.

F. Para presentar como más apetitoso un plato

Los ingredientes del plato o lo que venga en él se lista de preferencia en diminutivo y -muy importante- introducido por el posesivo "su":

-¿Qué llevan los huevos rancheros?
-Ah, esos vienen con sus frijolitos, su tortillita, su salsita, su crema y su quesito.

Las grandes empresas chatarreras han estado siempre al pendiente del poder mercadotécnico del diminutivo: Gansito, Churrumais con limoncito.

G. Para hacerse tonto solo


-Bueno, voy a la fiesta, pues, pero nomás un ratito, ¿eh?

El diminutivo se emplea para presentarse a sí mismo una gran mentira disfrazada de inocuidad. Tengo la teoría de que el uso del diminutivo está en la base de nuestra impuntualidad: "Cinco minutitos más y me despierto", así como de hábitos nefastos varios: "¿Qué tanto es tantito?"

En contadísimas ocasiones, el diminutivo se usa para referirse a cosas de dimensiones pequeñas, y en menos ocasiones aún, es un indicador de cortesía. De lo último no tengo casos, casi todos se aglutinan en las categorías (A) y (B): pedir un favor o rehusarse a hacerlo. Lo aterior arroja dudas sobre la conocida hipótesis de que el uso diminutivo mexicano surgió por contacto con el reverencial del náhuatl. El diminutivo actual no tiene nada de reverencia. Y antes al contrario.

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Una vez estábamos hablando con una amiga de mi mamá sobre un ex-gobernador del estado que había sido de todos conocido por su singular manera de ejercer el poder desapareciendo violentamente a sus opositores. Recordando los viejos tiempos del ahora finado latifundista, la amiga de mi mamá dijo con toda corrección:
-Ah, que don Lucio... nos salió matoncito, ¿verdad?

Ya pasaron muchos años y todavía no sé qué hace ese diminutivo junto a la palabra "matón", que no es otra cosa que un vulgar asesino. Por más que pensé, no pude clasificar ese diminutivo en las clases anteriores, y lo consideraré una brillante excepción.

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