September 15, 2009

No cumpleaños

Nos seguíamos reuniendo los veinte de diciembre, hasta que quisimos darnos cuenta de que mi abuela ya no estaba cumpliendo años más. Ya hacía casi diez años que estaba muerta, y no tenían caso el vino ni el jamón ni el queso ni esas cosas que se comen ahora que no hay velas ni pastel. No tenían sentido esas borracheras que terminaban en llanto. No sólo eso: festejar los años que no cumplía le quitaba todo el sentido a los cumpleaños que sí festejamos con ella, celebrando que estaba viva, que el jardín estaba verde y frondoso, que el piso del corredor brillaba con el sol de la tarde y que su recámara olía a talco y crema Teatrical y a esos menjunjes que usan las viejitas, que su cama amanecía tibia y destendida, que cantábamos las mañanitas frente a un pastel y tamales y no teníamos que comer vino y queso y esas cosas que comíamos después, cuando ella ya no estaba, como ahora que el jardín es un montón de hojas secas y el piso del corredor una alfombra polvosa, y su recámara huele a esa humedad de ausencia donde sólo crecen los hongos y lo único que duerme en su cama es de vez en cuando un ciempiés que se cae del techo en ruinas.

September 09, 2009

Pueblo de sicarios, kermés de delincuentes

Es septiembre y hay kermés. En la kermés todo es falso: el precio de los elotes, el sonido de las cornetas y los cascarones de huevo rellenos de harina. Son falsos también los sombreros enormes y los rebozos de acrilán: nadie los usa ningún otro día del año. Y los collares de plástico, y las "vivas". También es falsa la fiesta y la independencia y los héroes que nos dieron patria. Es falso el festejo porque no hay nada que festejar.

Hace apenas doce meses en Morelia, en medio de la algarabía y la borrachera, el sonido de las cornetas de papel cedió su lugar al del estallido. Pedazos calientes de hierro se abrieron camino entre el confeti. Ocho muertos (aunque dicen los morelianos, que ahí estaban o que tenían un pariente que ahí estaba, que los muertos se contaban por docenas). Lamentos, gritos, más de ciento cuarenta heridos. La kermés teñida en sangre, sangre de a deveras, de gente que va a la plaza a comerse su elote y de pronto ya no regresa.

En tres años ha habido en México más de 14 mil ejecutados. ¿Cuántos son catorce mil? Para darse una idea, el sábado pasado una multitud de trece mil personas abarrotó el Monumento a la Revolución bailando Thriller (en un homenaje, por cierto, merecidísimo al Rey del Pop, ese sí que viva, que viva para siempre -fin de la nota). Pues bien: la misma cantidad de personas, y más o menos en el mismo rango de edad, han muerto violentamente en lo que va del sexenio, levantados por narcos o asesinados por la policía o el ejército, o todos al mismo tiempo, que ya no se sabe quiénes son unos y quiénes son otros en este borlote.

(Así se ven trece mil personas bailando Thriller)

Llamar a los ejecutados "delincuentes", "criminales", "narcos", es una manera perezosa de desentenderse del asunto, como quien dice: los muertos no son gente, son el detrito social del que de cualquier manera nos teníamos que deshacer. Es la manera más fácil de darle la vuelta al diario después de leer una vez más un número que no dice nada. Pero las víctimas de la "guerra contra el narco" no son sólo los delincuentes y sicarios, sino también sus familias. Algunos son gente del barrio (el señor de la farmacia, la señora que vende pollo) que se negaron, o accedieron, a tener protección de alguno de los cárteles. Algunos son jóvenes de comunidades rurales que llegan a la ciudad buscando trabajo desesperadamente.

¿Y de dónde salen tantos criminales? ¿Acaso nos hemos convertido en un país de sicarios? No. Sólo somos un país empobrecido, un país de de desempleados. Los "delincuentes" son gente común que se dio cuenta de que la única alternativa real al desempleo es el narcomenudeo. Sí lo dije bien: la única alternativa al desempleo en México es la delincuencia. Organizada o desorganizada. Se garantiza un sueldo de 3 a 8 mil pesos mensuales. El que pueda mencionar qué otra posibilidad de empleo tiene una persona de entre 16 y 40 años que no terminó la secundaria, que tire la primera piedra.

Dicen que las epidemias se propagan más rápidamente en un ambiente silencioso. Los virus se reproducen en lo calladito. La epidemia social de la violencia y la pobreza se seguirá reproduciendo mientras nadie grite que esta guerra es estúpidamente injusta. Que matar a mansalva a los narcomenudistas no acaba con el problema, sino que simplemente abre plazas para nuevos narcomenudistas, pues tanto las cabezas de cárteles como las de los militares están necesitados de carne de cañón que siga alimentando esta masacre. Política calderonista de combate a la pobreza: convertir a los pobres en delincuentes y luego matarlos en caliente. Esta política sólo genera más pobres, pues el presupuesto que se pudo asignar a la educación o al desarrollo agrícola, se asigna a la "guerra contra el narco": armar a más desempleados, matar a más criminales.

Podemos hacer un ejercicio de empatía: imaginar a los trece mil que bailaron Thriller el sábado pasado pero encostalados, encobijados, entambados, desmebrados, torturados, calcinados, desaparecidos. Imaginar a las familias que perdieron el único sostén económico que tenían. Pensar por un ratito que cada muerto no era un alma solitaria, sino que es parte de una red social en la que en algún punto interconectamos todos. ¿Quiénes son los parientes, las madres, las hermanas, los hijos de los ejecutados? Daños colaterales en una guerra en la que no pueden reclamar nada, porque ni guerra es. Como Calderón lo ve, esto no es más que una matanza de animales. Pero en una guerra de policías contra ladrones, ¿quién no va a darle la vuelta al diario bostezando cuando ven una nueva cifra que no somos siquiera capaces de conmensurar?

Hablando de cifras conmensurables, pensemos comparativamente en lo siguientes números:
En 2007, el presupuesto de la Secretaría de Defensa era de 32.200 millones de pesos
En 2009, es de 43.623 millones de pesos.

La Secretaría de Seguridad Pública pasó de 13.664 millones de pesos en 2007, a 32.916 millones en 2009.

El gasto acumulado del combate al narcotráfico es de 104.907 millones de pesos sólo en lo que va de este año.

Y en contraste:
El presupuesto de la Secretaría de Agricultura es de 70.700 millones de pesos.
El presupuesto de CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) es de 15.424 millones de pesos: menos de la mitad del de la Secretaría de Seguridad Pública, y como la séptima parte del gasto total del combate al narco.
(Fuente: elpais.com)

Ya viene la verbena de septiembre. Kermés de héroes falsos que quitan y ponen de los dibujitos del libro de texto según se les da la gana. En lugar de festejos (¿qué carajo estaremos festejando?) habrá que gritar, escribir, platicar, firmar cartas, enviar correos, acosar diputados, exigirles, con la autoridad que nos da ser los que pagamos su salario, que se acabe de una vez por todas esta guerra que nos sigue empobreciendo a todos. A lo mejor algún día de septiembre tendremos un país que festejar, recogido de entre las esquirlas y los casquillos que han dejado días tan dolorosos como los de los últimos tres años.