March 18, 2008

Anatomía de la tristeza

Voy a sucumbir al lugar común de escribir sobre la nostalgia, por esta tendencia muy humana y muy absurda -perdón por la redundancia- de buscar la razón de lo que somos en lo que ya no tenemos.

Porque lo que uno extraña es un hueco en el esternón -dos dedos más arriba del lugar donde los griegos localizaban el alma- relleno de fibra de vidrio. Como una falsa piedra, como un tumor sintético. En el hueco estaría lo que no tengo: un jardín, dieciséis años, el impulso de salirme a mojar cuando está lloviendo y confianza, sobre todo, en todo, en todos, en el futuro y en mí. Quince años después, los suplanta esta prótesis rugosa e inflexible, una sensación permanente de domingo por la tarde -la peor de las cárceles: la duda- y el instinto de refugiarse del viento y del frío: caminar encorvado, dormir hecho bolita.

Nada mejor me espera. El tiempo me ha convertido en una tortuga que lleva el caparazón por dentro, duro, pero inútil.

3 comments:

Larisa Escobedo said...

que paso pequenha? el caparazon es duro e inutil, pero cubre un corazon fragil y hermoso que necesita proteccion... un abrazo y un beso.

Larisa Escobedo said...

por cierto, que te paso que tienes eso en el esternon???

Violeta Vázquez-Rojas said...

perdón he de aclarar que la radiografía no es mía, sino de una pobre paciente con fibrosis quística (o cística?), que consiste en que el moco de los pulmones se vuelve espeso.. duro, pesado...