August 24, 2008

la luz es de quien la paga

Introducción
Cuenta el saber popular que la época de Santa Anna era tan cruel que la gente tenía que pagar impuestos por la luz natural que entraba por sus ventanas. Más ventanas, más tenían que pagar. No es de extrañarse, porque Santa Anna encabeza la lista de hechos más excéntricos y surreales de la historia mexicana, desde ayudarle a Adams a inventar la goma de mascar hasta enterrar su pierna gangrenada con honores militares (sólo hacia el final del siglo veinte otros gobernantes lograron ponerse a la par de las extravagancias del caudillo inmortal de Zempoala, con hechos memorables como "La calavera del encanto": el cráneo que fue encontrado con ayuda de información directa de ultratumba provista por una agente secreta del más allá conocida como La Paca).



Parte primera y última
Pero estoy aquí para hablar de las ventanas. Me estoy mudando. Y me siento en tiempos de Santa Anna, en un país donde nunca gobernó Santa Anna (al menos no en esta mitad de arriba). En esta ciudad la renta se incrementa dependiendo de la cantidad de luz natural que entra al cuchitril. "Cuarto para persona sola, 2x4 metros, a 20 min. del metro, con ventilación pero sin ventanas: 750 (dólares, obvio)". Cada ventana aumenta 100 dólares a la renta; cada cuadra menos de distancia al metro, otros 100. ¿Lo quiere más grande? Es posible, pero sólo a dos horas de la ciudad, sin contar el tiempo de espera del metro.

El núcleo social ya no es la familia, sino una comunidad conformada por tres a cinco personas elegidas arbitrariamente sólo en razón de sus ingresos e historial crediticio, en un sistema conocido como "Rumeimato" (del inglés "room-mate" que es como se conoce a cada uno de los individuos que viven en esa simbiosis posmoderna donde se comparten espacios que antes se consideraban privados, como la propia casa). Me asusta darme cuenta de que no es broma lo que leí un día: "Todo neoyorquino ha considerado alguna vez rentar un departamento donde la tina de baño está en la cocina".

Epílogo
Encontré un departamento precioso en Sunset Park. Por precioso quiero decir: en un barrio latino, a dos cuadras de un parque con horizonte. Con varios locales de comida grasulienta en cada esquina. En un edificio viejo sobrepoblado de cucarachas. Con tres ventanas, de las que me cobran sólo una, las demás son gratis. Tiene entrada privada, lo que implica que cada vez que quiero ir al baño o la cocina he de cruzar el pasillo externo en pijama, decir "hola" a los vecinos y abrir los tres seguros de la puerta principal marcando el paso para no orinarme encima. Un roommate me cayó bien y por eso lo elegí. Al otro roommate ni siquiera lo conozco. En resumen, no sé con quién voy a vivir, pero ya tengo las llaves, ya dí el depósito, y por tres ventanas no puedo dejar de pensar que $620 es una ganga.

(Imagen: Ella Yang "Brooklyn Window" http://www.ellayangstudio.com/archive.htm)

2 comments:

Larisa Escobedo said...

esta en manhattan?



jejeje... bienvenida!

Anonymous said...

El precio por ventanas se justifica desde la perspectiva de que a mayor cantitdad de luz natural menor es la cuenta a pagar en el recibo de luz. Ésa sería como la más 'lògica' pero creo que por lo que verdadermente se paga es por todo lo que se puede ver e interpretar a través de ellas.
Las ventanas covierten en peceras las paredes que transgreden.

Lo que no sé es si las ventanas desde donde gritan las perspectivas también paguen extra.