Tiene razón Bandala: en el paso del treinta y uno de diciembre al primero de enero pasa lo mismo que cuando se acaba el treinta de abril y empieza el primero de mayo: estrictamente nada o, bien, un segundo en el que seguimos siendo los mismos. Sólo que a mi familia no se le ocurre que la medianoche del ventisiete de junio, por ejemplo, es el momento indicado para engullir entre todos semejante pierna de marrano, comprar la fruta más cara de la temporada, tragársela de una en una al son del segundero pidiendo deseos (como si no se nos fuera ya de por sí la vida en eso: desear) y abrazarnos lacrimosamente, porque en mi casa nos expresamos afecto tan rara vez, que cuando nos abrazamos terminamos todos en una chilladera incontenible. Ningún otro día del año le damos a los niños la orden contraria de los otros trescientos sesenta y cuatro días: "No te duermas. Tienes que pedir deseos".
-No te las comas ahorita, espérate hasta las doce- le dije a mi sobrino, que ya estaba llevándose las uvas a la boca a las nueve y media.
-¿Y porqué hasta las doce?- preguntó.
-Para que pidas doce deseos cuando empiece el año.
-Yo no sé pedir deseos- me dijo él.
-No te hagas- pensé yo -si es lo que haces todo el tiempo- Pero no se lo dije.
-¿Los tengo que escribir?- me preguntó preocupado, él que apenas empieza a dominar el mi-mamá-me-mima y susi-ama-a-su-oso.
-No, sólo los tienes que pensar. A ver, ¿qué te gustaría que pasara el año que viene?
-Que haya más fiestas como ésta- contestó a la primera y bien sincero.
A las once y media, después de todos sus esfuerzos por mantenerse despierto, no pudo más que caer de codos en la mesa, dormido con las uvas intactas a un lado. Me recordó que aunque de chica el año nuevo siempre me agarraba dormida, hace unos años que las doce de la noche me encuentran inevitablemente despierta, pensando y deseando, porque todos los días son nuevos, y lo nuevo viene con planes y esperanzas, muy a nuestro pesar. Y si uno realmente quiere, cualquier día del año podría uno abrazar y decirle al otro cuánto nos importa y le deseamos bien. Y si se le cumplen los deseos a mi sobrino, quién quita que cualquier diescisiete de noviembre a medio día o doce de abril a las cuatro de la tarde hagamos una fiesta como ésa, con todo y cuenta regresiva (..tres, dos, uno) hasta un momento cualquiera del tiempo que, igual que el primero de enero, no sea de nada ni principio ni final.
2 comments:
once y treinta y cuatro (hora de Granollers), dia 4 de enero de 2010...tres, dos, uno...feliz año, Violeta!!
con mucho amor,
L
Feliz segundo cumplemés! quién iba a decir que la mítica vuelta al osito llegaría a ver esta fecha.
Viva el zoológico de DC, viva Lorton, viva Cris, vivan la Revolución Rusa y la ensalada idem!
petons, V.
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