Ya me acordé cómo es: se trata de sobrevivir. Se puede, sin duda. Para sobrevivir se necesita: una maleta mediana, varias mudas de ropa, una cuenta en el banco, un abrigo que rompa el viento, unas botas que no resbalen en la nieve cenagosa o su inmundo detrito congelado, los lentes (no se me vayan a olvidar los lentes), una secadora de pelo, un juego de sábanas y mi champú. También se puede prescindir de todo y atenerse sólo a la cuenta de banco, que en un mundo como aquél es lo único indispensable. El que no la tenga que ni lo intente.
Una vez con eso, se asegura uno un cuarto donde dormir (gracias, Txuss) y la oficina donde trabajar, que, si es por sobrevivir, puede ser cualquier lugar: un estarbucks sin turistas, un cafecillo de barrio, una biblioteca pública maloliente o incluso la lujosa sala de lectura de la Biblioteca Pública Con Mayúsculas. Si está uno con suerte, puede ser que hasta goce de luz natural a través de alguna ventana mugrienta desde donde se aprecie en todo su gris esplendor el paisaje deshojado y sórdido de invierno.
Ya instalado en ese naufragio temporal (de ahi la importancia de la maleta), se trata de hacer lo propio: respirar profundo, abrir grandes los ojos, apretar el corazón -bien bien cerrado para que no entre el frío, la indiferencia y todas esas cosas que lo maltratan cuando está a la intemperie- y sonreír. Lo último no sé por qué ni para qué, pero al lugar donde fueres haz lo que vieres, y aquí se les va la vida en sonreír sin necesidad de que medie gracia alguna. Así blindado, estoico, contar hacia atrás, desear largarse mucho antes de haber llegado, morder el segundero de reloj cuando la ausencia azote, guardarse el odio, los maldita sea, y sobrevivir, que es lo único que queda por hacer en una ciudad ajena.
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Voy a demostrar la productividad del lenguaje escribiendo una oración que nunca he dicho y nunca he oido antes: Odio Nueva York.
12 comments:
Es una ciudad con mucha desolación. Para comprobarlo no basta más que subirse al metro en el sur de Manhattan e ir subiendo, a partir de la 110 empieza todo.Aunque también podría ponerse uno a observar a los idiotas de The Village, o a los niños universitarios, toda The City es una mierda.
Já. No puedo creer que alguien esté de acuerdo conmigo. Desde que la conozco, y antes de conocerla, sólo he oido loas y alabanzas de la ciudad más superficial del mundo. Llegué a pensar que este post era el efecto involuntario de un síndrome premenstrual inesperado. Pero no. Es así: The City es en verdad una abominación de la geografía humana.
Estoy de acuerdo que la violencia en Mexico es indignante y sobretodo preocupante. la violencia solo engendra mas violencia. De ahi la importancia del after-miedo. Escribir tambien ayuda.
Felicitaciones! has llegado a ser toda una new yorker. De hecho yo creo que entre el chilango y el neoyorkino autentico no hay mucha diferencia ambos comparten un cierto grado de sadomasoquismo, ambos llegan a amar odiando.
bienvenida!
pues lo mismo y por idénticas razones sostengo yo de berlin, una ciudad que todos dicen amar. me pregunto cómo tantos pueden estar tan equivocados...
brillante violeta, como siempre
y desde luego, totalmente de acuerdo con esto: "aquí se les va la vida en sonreír sin necesidad de que medie gracia alguna"
te veo después
tx
Que positivos todos!
Yo opino que viva la vida, viva el amor, viva la salud y salud por Viole!!!
te quiero
...igual creo que lo unico que tenemos a mano es presentificarse, caminar descalzo en el presente, como decia mi amada abuela 'como vienen las cosas es para bien' y si llegaste a decidir estar en ese pedazo de mundo, con lo bueno (tal vez poco) y con la malo (tal vez mucho), atraviesalo, hay margenes de maniobras siempre entre la esperanza y el miedo, entre lo que aumenta nuestra potencia (individual y colectiva) y lo que la disminuye. cuerpo-aqui-ahora-presente violetesco: disfrute lo que pueda disfrutar y lo demas no le de pelota. eso. amen. abrazos desde BA...
creo que la clave para amar la City es en huir de la misma a tiempo. y mirar atras haciendo un buen uso de la memoria selectiva. por ejemplo, algo bueno de la city para mi eres tu. y txuss. y los buenos ratos que hemos pasado en el moxxa (los malos ratos, si los hubo, ya no los recuerdo). hasta pronto. te quiero!
cierto en ny todos van depaso nadie en sus cinco sentidos se queda a vivir.
los que sonrien seran turistas un yankee te empuja, te ignora o en el mejor de los casos te la menta pero sonreir na esos son turistas k llegaron aqui por accidente
Anónimo, gracias por volver. Me saca una sonrisa tu definición de chilanguería y neoyorkinés que involucra amar y odiar a la ciudad al mismo tiempo. Sadomasoquismo, sí, ese es el resumen en una palabra de nuestra neurosis urbana.
Ni podría estar más de acuerdo con la Dra. Anónima, aunque no conozco Berlín. A mí, por ejemplo, me siguen sorprendiendo las oleadas de turistas que se empeñan en tomarse una foto en los lugares más visualmente estridentes y desagradables del mundo: Times Square, para no ir más lejos. Misterios de la psicología social: amar en masa, sin motivo.
Txuss, lo único bueno de las sonrisas acartonadas (otra vez, sonreír en masa) es que a tí y a mí nos han sacado desde lo más amargo de nuestras almas unas buenas carcajadas en el Moxxa, donde, coincido con Laia, he pasado de los mejores ratos en The City con ustedes dos, uno por uno o al mismo tiempo.
Perry, no es que seamos el club de los pesimistas (aunque un poco hay de eso). Es simplemente que todos los optimismos se parecen. En cambio, cuando reconocemos lo que nos desagrada y nos lastima también encontramos una fuerza poderosísima: somos capaces de ser felices incluso con eso, incluso con lo que no amamos y nos duele. Lo que parece una queja es en realidad reconocer que el mundo tiene matices, olores, sabores diferentes, algunos agradables, algunos francamente nauseabundos. Y no sabríamos reconocer unos si no conociéramos los otros. Al grado que no te sabría decir cuál de ellos me atrae más.
Rafa: en eso andamos. Sacándole jugo al juego que hay entre una desesperanza y otra. Escribir, no menos. Leer. Planear fugas espectaculares, vuelos a la Atlántida, y al quedarse darse cuenta de que en ese mismo vagón de metro que toma todos los días ya está uno en el punto más alejado que hubiera podido alcanzar. La extranjería despierta. El calor de casa nos pone a dormir.
Será por eso que dicen que esa ciudad nunca duerme, porque nadie se queda, al menos no en sus cinco sentidos, Anónimo, es verdad.
Y créeme, Anónimo-de-acá-arriba, los yankees sólo saben hacer una cosa: sonreír. Por eso sus sonrisas -en mi humilde opinión- son carentes de toda expresividad. Es una mueca permanente que ya perdió todo su significado. Pero a lo mejor sólo pienso eso porque yo vengo de una cultura de desconfiados, cerrados, y adustos, como ya se encargó Paz de describir magistralmente.
odias ny. estas en buen camino. regresa.
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