I wouldn't trust no words written down on no piece of paper.
J. Jarmusch. Dead Man.
Dicen que son las redes sociales. O que es Internet (así, con inicial mayúscula, que es nombre propio). O será la vacuidad de nuestros tiempos modernos, el desolamiento del fin del mundo. Se esfumaron todos nuestros afectos, se nos quitó lo humano, nos volvimos esclavos de la pantalla y ahora todos estamos solos, aunque permanentemente conectados.
Por la red sí muy valientes, ladramos tras la reja como blasfemaría un perro en gchat. Pero en presencia del ofendido cambiamos de tema, nos tiemblan las manos, hablamos del clima o del precio del tomate. Los gringos, que además de invadir países saben inventar buenos términos, le llaman al fenómeno "internet balls": escondidos tras la pantalla somos capaces de decir lo que nunca diríamos en persona.
Es el alcohol de nuestros días. Antes, para darme valor me hacía de unas varias caguamas, un paquete de cigarros y la aprobación de algún amigo para confesar lo inconfesable. Ahora sólo falta que me pongan enfrente una pantalla y un teclado y le puedo decir al mundo lo que nunca le diría a mi psicoanalista. No de mi puño y letra, sino de mis dedos y pixeles han salido las palabras más hirientes, pero también los afectos más sinceros. A muchos de mis amigos los he conocido más por lo que escriben cuando no estoy que por lo que me dicen cuando los veo.
Este valor de hablar en ausencia del otro no viene de los últimos años. Es producto de la tecnología más revolucionaria sobre la Tierra, el invento más humano del humano. Si no lo hubieran inventado los sumerios, se le hubiera ocurrido a alguien más.
La única novedad que aportó Internet fue transmitir la escritura en tiempo real. Y a las redes sociales (pero no sólo a ellas) lo que les debemos es haber hecho popular la costumbre de comunicarlo todo por escrito, seguros de que hay algún interlocutor al que desde luego no le interesa un carajo saber que hoy desayuné huevos rancheros, pero que está dispuesto a zamparse la noticia con tal de dejar registro de la migraña terrible que le aqueja o de lo bien que se la pasó en Guanajuato.
A pesar de que el lenguaje escrito haya podido alcanzar casi la simultaneidad del habla, la escritura, por definición, conlleva una ausencia: escribir es hablar sin estar. Y por eso la escritura es la madre de la prevaricación.
El que habla firma lo que dice, con su timbre de voz, con el acento que lo delata, y con su estar ahí. El que escribe, en cambio, puede ser tan sincero como simulado porque al fin y al cabo está hablando a escondidas.
La escritura nos libra de la honestidad que reclama la presencia, por eso al que escribe todo le está permitido: las verdades más nimias: "Se me antojó un gansito congelado", las más terribles: "Van 23 personas asesinadas en el municipio autónomo de Copala", las frases crípticas: "Tabula rasa", "LateX y yo nada que ver", los deseos incumplibles: "Si Cerati se recupera, quiero que haga un dueto con Delfín Quishpé", las encomendaciones a rezos colectivos: "Mañana operan a mi abuelita", las quejas: "Se metieron a robar a mi casa, jijosdesupinchimadre", los llamados de auxilio: "Clinton va a estar en mi ceremonia de graduación", las mentiras flagrantes: "Te marco este fin de semana, besos xoxox" y las verdades inauditas: "Larisa y Lisa ahora están casadas".
Sólo por la escritura fueron posibles las grandes ficciones, las de vocación de cuento y no de mito. La escritura es la que da el coraje para mentir con la cara dura o decir la verdad sin que las piernas se hagan blandas, y Voltaire nunca necesitó Internet 2.0 para burlarse de Lebniz siempre y cuando Leibniz no estuviera enfrente.
Lo que Larisa le atribuye a la virtualidad ("...en la vida virtual somos muy cercanos, hablamos de cosas importantes e intimas... y afuera, cuando nos encontramos, nos miramos distantes, timidos, lejanos.") no es más que el mismo viejo truco mesopotámico de hace seis milenios, democratizado, popularizado y en manos de nosotros, la orgullosa chusma.
Yo por eso lo que veo escrito lo creo todo, o como el fogonero de Hombre Muerto, no lo creo nada.
12 comments:
entonces. te creo o no te creo? no se. pero amo tu escritura.
Decir las cosas frente a frente requiere carácter sobre todo existiendo la posibilidad de mandar un mail aunque no sepa igual.
Eres muy buena, yo también amo tu escritura.
¿Qué hay de los Anónimo?
Lo bueno de la escritura es que le abrió una tercera posibilidad a ese dilema: no importa.
Otro aspecto de 'la magia escrita' consiste en la posibilidad de borrar lo que se escribe. En tener tiempo para seleccionar las palabras y derecho de arrepentirse. Ocultar el nombre. Sólo en la escritura es posible el uso de seudónimos y ese seudónimo genérico que llaman anonimato.
El invento sumerio es lo más parecido que hemos logrado a la máquina del tiempo. Aún así, hay correos que hubiera preferido nunca enviar...
Como aspirante a arrastrador de lápiz y tecleador de columnas, me inclino ante la tuya y solcito tu autorización –con su respectivo reconocimiento de derechos y cita de la fuente-, para poder pegarla en mi Blog. Saludos Ivo
... yo le rindo culto a lo escrito aunque me seduce un poquito más, solo muy poquito más, lo contado, el "mira te cuento...", el "fíjate que.." (como diría una amiga). Me hiciste pensar sobre las lenguas en las que se prefiere escribir y en las que se prefiere hablar, me hiciste recordar en los mixes que a finales del siglo XIX seguían escribiendo en náhuatl los documentosn oficiales aún cuando se los requerían en mixe, en mi tío abuelo que prefería escribir en latín... como siempre me hiciste pensar en muchas cosas, como siempre me hiciste pensar.. como siempre..
Fe de erratas: donde dice "se los requerían en mixe" debe decir "se los requerían en español"
Ivo, mi blog es tu blog. Siéntete con toda la libertad de cutipastear todo lo que de aquí te guste. Saludos!
Mutsk, pensé mucho en las culturas orales y las distintas formas de narrar dependiendo del medio. A mí me gusta más ver que oir, por eso será que odio el teléfono y amo el correo. También está la pregunta de la lengua en la que prefiere uno decir las cosas. A mí se me da más la sinceridad en una lengua que no es la mía (será el mismo efecto 'hagan de cuenta que no soy yo la que está hablando") pero hay otras cosas, como los chistes, y bien dice Ana, las risas, que sólo salen en lengua nativa.
No cabe duda que el lenguaje, en la forma que venga, es un milagro misterioso.
hay cosas que no podemos transmitir nunca, como cuando Buda sonrió y le señaló en silencio una flor a sus discípulos, pero para el resto de las cosas no existen artefactos humanos más poderosos que los lenguajes, los ensambles de disimiles elementos como sinapsis neuronales, sonidos surgidos de la vacuidad, imagenes creadas con una infinita creatividad, musculos tensados, coordinadas espacio-temporales, corporalidades y mas y mas y mas. en verdad es un milagro misterioso como dice V tanto o mas misterioso que un Buda sonriendo...
me encantó, Violeta- trust me.
love,
laia
Me has puesto a girar en el silencio, luego unas cuantas vueltitas alrededor de las palabras que no quiero echar ni de frente, ni a la compu, también se alborotaron las "perras negras"...me encanta leerte Viol! (Valeria)
Rafa, además del milagro del lenguaje está el verdadero misterio de las cosas que simplemente no se pueden decir, aquellas de las que, diría El Filósofo (nadamás hay un Filósofo): "más vale callar". Hechos que escapan a ser representados. La sonrisa de Buda es una de ellas. Pero incluso cosas más mundanas, por ejemplo:
Laia, qué honor que en plena graduación vengas a leer tu blog de confianza... Espero que todo haya salido bien con todo y Clinton.
Val, Saque pues pasear a las perritas, que las tiene encerradas desde hace varios días en la Tierra de Nadie. Besos.
Estoy de acuerdo pero eventualmente necesitamos salir por ahí a encontrar esas caguamas y escuchar otro timbre de voz, rozar una mano, sentir el peso de otro cuerpo y confirmar así nuestra existencia. Internet es el Espíritu Universal de Hegel, un monólogo que a veces parece diálogo pero que no lo es casi nunca.
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