July 02, 2009

Manual del Suicida

Como todas las cosas que dan miedo pero valen la pena, esto también habrá que tomarlo a la ligera.

No piense en la manera menos dolorosa de lograrlo: al fin de cuentas todas duelen, pero ninguna duele tanto como quedarse como está. Ponga los ojos en la recompensa. Después de una breve incomodidad, estará usted ligero y librado de la pesadumbre que lo ha acompañado los últimos meses. O años. Piense y crea, aunque sepa que no es cierto, que pronto estará usted en un lugar mejor.

No se deje desanimar por el dolor que puedan sentir sus deudos. Recuerde que todo ser humano es reemplazable, y quienes lloren su ausencia dejarán de extrañarlo al cabo de dos semanas. Tampoco se adelante a sentir cuánto va a extrañar a las personas que ahora están a su lado: si ha llegado a pensar en el final es porque, aunque finja no darse cuenta, hace tiempo que ya lo han abandonado. En las despedidas verdaderamente importantes -o sea, las necesarias-, no hay lugar para la nostalgia.

No se ocupe tampoco en pensar cómo se repartirán las culpas. Nadie se adjudicará ninguna responsabilidad sobre su decisión: usted y solamente usted será juzgado. Lo llamarán cobarde, egoísta y hasta estúpido. Despertará lástima e ira. Pero estos sentimientos también serán pasajeros. Los motivos de su decisión serán una incógnita que al cabo de un rato a cualquiera le dará flojera tratar de resolver.

Aunque no tenga bienes que repartir, es importante saldar todas las deudas: devolver lo que le prestaron, regalaron o empeñaron. Deje una buena impresión pagando todo lo que debe. Piense que sus deudos, una vez pasado el duelo, van a querer recuperar el suéter que olvidaron en su casa, el paraguas que se llevó el último día de lluvia, o querrán imaginar que su cobarde huida fue la excusa para no pagar los quinientos pesos que le habían prestado.

Contrario a lo que dictan los principios del buen gusto, lo conveniente será hacerlo en un sitio público. No necesariamente una estación de metro (es demasiado sucio e impersonal), pero sí, por ejemplo, un café al aire libre o un parque. Esto disminuirá las probabilidades de arrepentirse a última hora, de dejarse disuadir por lo mullidito de la cama o permitir que la tibieza de su propio hogar le haga posponer la decisión para otro día.

Llegado el momento crucial, puede escoger entre un proceso largo e incómodo, pero a su manera disfrutable, o un golpe de tajo. Ambas opciones tienen sus inconvenientes, pero las dos al final ofrecen el mismo resultado.

Así, por ejemplo, puede optar por pedir un café, pagarlo con todo y propina -recuerde lo dicho sobre liquidar las cuentas pendientes- y disculparse para ir al baño. Una vez lejos de la vista de su interlocutor, salga del local y no vuelva nunca. Si, en cambio, decidiera hacerlo en un parque, escoja uno más o menos cercano a la avenida. De esa manera, cuando termine de exponer los motivos de su partida, se levanta de la banca, camina unos pasos y en lugar de agitar la mano para decir adiós aprovecha para parar un taxi. Una vez adentro indíquele al chofer alguna dirección lejana y ni por equivocación se asome por la ventanilla.

En cualquiera de los casos, muévase siempre con calma. No con lentitud, pero con calma. Si lo siguen, apriete el paso. Si oye que lo llaman, no voltee. Si siente la necesidad, miénteles la madre en silencio pero no voltee, no se detenga y no regrese. Recuerde, aunque sepa que no es cierto, que pronto estará usted en un lugar mejor.

6 comments:

Anonymous said...

De los cobardes:
Hay quienes lo prefieren hacer por partes. La primera en el cafecito al aire libre, la segunda por teléfono, cómodamente sin dar la cara.
Después de las dos semanas de duelo, amanece muy claro el día, con frío que cala en los huesos pero soleado y los deudos parimos alivio.
Qué bueno que se fue! ¿Yo para qué quería a un cobarde a mi lado?

Violeta Vázquez-Rojas said...

es que cobarde es el que regresa. por eso lo puede hacer en partes. no: el suicidio es de una vez nomás.

Anonymous said...

Hay, propósito de cobardes y suicidio, una peli que lo ilustra muy bien y es 'El arte de llorar en coro' (Kunsten at graende i kor). Si aún no la has visto. Saludos como siempre!

Anonymous said...

soy valiente y cobarde...(suspiro y canica en la garganta)
>:_(

Violeta Vázquez-Rojas said...

Ya lo decía el buen Fernando: "todos somos el hijo de puta de alguien"
>:***

el oso hormiguero said...

amargueitors. los muertos siempre son un alivio. luego te cuento lo que descubrí esta semana rudo, rudo, rudo pero cierto. ni modos. y luego te cuento la historia de Lupe Velez para que te desternilles de la risa. es una historia horrible que da mucha mucha risa.