October 18, 2008

yo produzco ocio, y usted ¿qué produce? ¿deuda?

Cuando mi hermana salió de la prepa, mi abuela, que trabajó como maestra rural durante cincuenta años ganando un sueldo miserable, la obligó a hacer la promesa más injusta que yo he visto a alguien hacer en una familia que se jacta de progresista. Así, en abierto chantaje le dijo, mientras le sostenía la mano y la miraba con ojos lastimeros: "Mi última voluntad es que nunca, nunca vayas a estudiar antropología. Prométemelo". Mi pobre hermana no tuvo más remedio que aceptar a medias la voluntad de mi abuela (que, dicho sea de paso, no fue ni de cerca la última), así que entró a la ENAH, terminó el propedéutico y se salió de ahí a estudiar derecho. La historia de las múltiples carreras truncas de mi hermana es larga y no es lo que me ocupa en esta entrada. Lo que me ocupa es esa manera de pensar que representaba tan bien mi abuela, según la cual hay profesiones con las que "se muere uno de hambre" y profesiones con las que no. Para no "morirse de hambre" hay que estudiar derecho, administración de empresas, ciencias de la computación (sic), y mercadotecnia. Incluso alguna ingeniería (ingeniería en sistemas, por ejemplo, pero no ingeniería agropecuaria, por supuesto). Los que de plano están irremediablemente inclinados a las humanidades pueden estudiar psicología, pero sólo si se dedican después a la psicología corporativa (también sic, las corporaciones no tienen psique, los que tienen psique y por cierto muy retorcida son los CEOs). O ya, si se tienen de plano dotes artísticas difíciles de disimular, arquitectura o diseño gráfico. Pero nada más.

El extraño en el bar (o en el metro, o en la fiesta de unos abogados que conocí por accidente), que como su nombre lo dice es un extraño diferente cada vez, siempre hace las mismas preguntas que no entiendo, y en el mismo orden:

(1) "Lingüística. Mmm, qué interesante. Y en qué lengua?". (Antes era "¿Cuántas lenguas hablas?", pero al parecer ya se ha insistido suficiente en que los lingüistas no somos intérpretes y por lo tanto no tenemos obligación de hablar fluidamente ninguna lengua, incluida la materna). A pesar de que he oído esta pregunta incontables veces, confieso que me sigue aturdiendo. Nunca sé qué contestar, así que mi reflejo inmediato es echar la cabeza para atrás, abrir los ojos muy grandes y pedir que me la repitan: "¿Cómo que de qué lengua?" En ese momento el interlocutor generaliza en silencio sobre la falta de sagacidad de los lingüistas. Pero es que en serio hasta la fecha no me puedo quitar la idea de que esa pregunta es capciosa.

(2) "Sí, o sea, ¿lingüística del inglés, del español...?" me inquiere con harta paciencia. Aquí seguro frunzo el ceño cada vez más y trato de entender que en el imaginario popular el lingüista pasó de ser "la persona que sabe muchas lenguas" a ser "la persona que sabe sólo una lengua, pero muy, muy bien".

Así que si en esos días estoy de culto a Chomsky, respondo encantadoramente: "Ninguna lengua en particular. Los lingüistas nos dedicamos a estudiar las reglas que conforman la Gramática Universal. Aunque usted no lo crea, todas las lenguas del mundo tienen una base común que bla bla bla". Pero generalmente opto por una respuesta completamente falsa, amarillista y taquillera: "Me especializo en P'urhépecha. Una lengua de Michoacán que no tiene parentesco con ninguna lengua en América pero que casualmente tiene muchas similitudes con el Húngaro y el Turco". A la gente le encanta encontrar parentescos impensados, así que la novedosa asociación "Michoacán-Hungría-Turquía" les suena de interés. Y cuando lo que quiero es cortar la conversación de tajo simplemente digo "Lingüística del Español". Aunque eso, por supuesto, no exista.

Independientemente de la respuesta que dé a (2), la conversación en algún punto va a parar a la siguiente (y última) pregunta de la serie:

(3) "Mmmm qué interesante. ¿Y eso para qué sirve?" Knock-out. Tengo una respuesta tajante, también falsa, para esta pregunta, pero no la voy a repetir aquí. Si quiero hacerme la interesante, lo cual pasa muy a menudo, termino poniéndome a mí misma en la situación donde me alejo de mi cómoda arena y termino hablando de temas de los que no sé absolutamente nada. Por ejemplo, se me ha ocurrido decir que los lingüistas buscamos las reglas que se pueden hacer instrucciones para hacer hablar una máquina. Las personas que piensan que Inteligencia Artificial es lo que está detrás de la voz sintetizada y gangosa que dice en el banco "Pa.sea.la.ca.ja...cua.tro", saltan de inmediato a la conclusión de que los lingüistas salen sobrando porque las máquinas de hecho ya hablan. Los que saben que esto no es posible concluyen que el lingüista debe ser un pobre ñoño que estudia un doctorado en el MIT para servirle se achichintle a uno más listo que estudió una carrera corta de programador analista en la Universidad Insurgentes campus Metro Chabacano.

He estado mucho tiempo pensando en una respuesta a (3) que ni sea falsa, ni tampoco verdadera e incomprensible, y al mismo tiempo que devuelva la ofensa de poner en duda la utilidad de nuestra profesión. Y todo esto sin tener necesidad de mencionar a las huestes oscuras que venden sus servicios al Departamento de Defensa de Estados Unidos. Porque aunque esos sean los que hacen dinero, de ninguna manera representan al gremio.

Ahora que se ha caido el teatrito de mover al mundo con dinero sin respaldo, las profesiones "productivas" se han devaluado ante la mirada pública como lo que son: hacedoras de dinero ficticio. Y es que las "profesiones productivas" son por definición las profesiones bien remuneradas, y las profesiones bien remuneradas son las profesiones productivas, en un círculo vicioso común de la lógica capitalista. El hombre productivo no es el que produce conocimiento -ése es un ocioso-, ni el que produce dinero con trabajo -ése es un lumpen-, sino el que produce dinero con dinero -ése es un "ganador"-. Pero ahora que se ha desvelado (por enésima ocasión, como si no hubiera sido obvio desde antes) el gran timo neo-liberal, resulta que producir cientos de miles de dólares al año en este planeta no tiene más valor que producir cientos de miles de panchólares. Bueno, quizá la analogía es injusta: los panchólares al menos tienen respaldo de chocomilk, los dólares, respaldo de deuda, o sea, de nada. La vida nunca se pareció más a un juego de turista. La próxima vez que un abogado o un empresario me pregunten qué tiene de productivo ser lingüista, o antropólogo, o psicólogo social, pienso contestarle que la única diferencia entre él y el resto es que él tiene la capacidad de endeudarse por más billetitos de colores del Banco Anáhuac (ese que tiene el sello de un niño en un burrito), que a su vez están respaldados por grandes depósitos de menos billetitos del Banco de la Felicidad, que a su vez... Y que al final es más productivo emplear el tiempo preguntándose qué nos distingue de un chango, o porqué se parecen el P'urhépecha y el Húngaro, o porqué en el Istmo de Tehuantepec el trabajo se divide de manera diferente que en Nueva Guinea, o cómo llegaron a Teotihuacan esas piezas de concha del Perú, que dedicar la vida a matarse en una oficina para coleccionar billetes Mi Alegría.

9 comments:

Carmina Cardamomo said...

vou deixar el meu comentari:

Vio, tengo que agradecerte por poner al alcance de mi mano algunas posibles respuestas a taaaaan incómoda pregunta de Extraño de Siempre. Creo que una de las razones por las que abandoné el buen camino de la lingüística fue la recurrencia de ese incómodo momento, aunque, la verdad, no sé si ahora esté mejor o peor, porque Extraño de Siempre cree que sabe qué es la traducción y sabe -no cree que sabe- que es algo que hace cualquier secretaria bilongüe, y no entiende para qué sirve hacer una maestría en algo así y menos aún para qué sirve hacer investigación sobre eso. Lo bueno es que, como es tan decente, evita hacer una segunda y una tercera pregunta al respecto...

Violeta Vázquez-Rojas said...

Cardamomo!! qué gusto verte por esta otra ventanita! Si... Extraño de Siempre es profano en toda profesión, pero cree que sabe. Lo mejor es cuando nosotras somos Extraño de Siempre con la ocupación de alguien más. Por ejemplo, yo hasta la fecha y a pesar de miles de explicaciones, no puedo saber en qué se diferencia un actuario de un contador, y los dos de un economista.

Carmina Cardamomo said...

Jaja, yo por eso ya ni pregunto...

bandala said...
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Yasnaya Elena said...

Viole! estoy aterrada, estaba yo en el facebook y piqué unos botones aquí, otros allá y así de pronto despareciste y no puedo contactarme contigo... se puede hacer algo? qué hago?

Violeta Vázquez-Rojas said...

aaahh querida Lenutse. En efecto, desaparecí de la feisbucósfera por tiempo indefinido. La verdad es que me tenía viviendo en varios lados al mismo tiempo, y para una persona con un sólo estado mental a la vez, como yo, eso redunda en muerte neuronal masiva. Me puedes hallar aquí en mi amargo blog de vez en cuando, y por supuesto, por todas las modalidades comunicativas de la vieja usanza: e-mail, correo postal, telepatía...

Anonymous said...

"los lingüistas no somos intérpretes y por lo tanto no tenemos obligación de hablar fluidamente ninguna lengua, incluida la materna" .... Pues ahí está el problema. Con esa tonta sentencia quieren justificar su pereza y desgana por aprender
otras luengas. Por eso luego tienen tremendos errores cuando intentan comparar lenguas, como es el caso del "toujours ne...pas".

Violeta Vázquez-Rojas said...

Ay Dios mío, Anónimo! Pero qué amargura! Por supuesto sigues sin entender lo que lees. No tengo porqué contradecir tus acusaciones sin fundamento, pero no sé de dónde sacas que nos da pereza aprender "luengas". No, no me da, deveras que no me da, incluso cuando no sea lo que define mi oficio.

Anonymous said...

"Ahora que se ha caido el teatrito de mover al mundo con dinero sin respaldo, las profesiones "productivas" se han devaluado ante la mirada pública como lo que son: hacedoras de dinero ficticio" (jajaja muy cierto)

Este post debería ser sugerido antes de conocer a un lingüista

Esto le paso a mi novia, y eso que ella no era la lingüista

Yo por eso soy agnóstico