October 30, 2008

Hay días

Yo me acuerdo que empecé este blog primero conjurando contra San Valentín y luego desahogándome de una rabia premenstrual que después se convirtió en postmenstrual y luego en semipermanente y acabó con un auto-internamiento de semanas en mi propia recámara, durante las cuales salí de mi cama tan pocas veces como fue necesario, reduje los baños a uno cada tercer día y comí más chocolates que en mi vida entera. Durante ese tiempo, también, escribí prolíficamente en un intento por aferrarme al hilacho de sano juicio que me quedaba cuando no estaba leyendo a chorros a García Lorca y a Pizarnik, haciendo cálculos sobre el costo de la repatriación de restos, o de alguna otra forma revolcándome en miseria autoinfligida. Agradezco a las agencias funerarias y sus precios incosteables por haberme disuadido de tomar decisiones extremas, a Alex por haberme provisto de todas las endorfinas Hersheys con las que sobreviví, a la fiel Larry por soplarse los posts más aburridos de la blogósfera, a la autista de mi ex-rummeit por jamás haberse asomado a preguntarme cómo estaba. Pero sobre todo le agradezco a la ciencia médica el haberme regresado a los niveles normales de serotonina. La solución a todo, quién iba a decirlo, no está en el arte, ni en el amor ni en el dinero, sino en las pastillas.

Los meses que siguieron la vida fue entre normal y felicísima y he sobrevivido cuatro mudanzas, una invasión de chinches, una crisis financiera personal, un enamoramiento grave, empleo y desempleo, una tesina con todo y defensa, un rompimiento con un buen amigo, varios adioses y casi todo de buen humor. Casi todo de buen humor, menos lo que no lo merecía (como la defensa de la tesina enmedio de la última mudanza, cubierta de piquetes y sin haber recibido mi primer cheque del semestre). Y los días que no fueron buenos se han compensado con creces por otros momentos que han sido inmerecidamente maravillosos.

Pero hay días y días. Hoy fue uno de los primeros en muchos meses en que me siento incomprensiblemente triste. Sin mucho motivo y por lo mismo sin mucho remedio. Me quedé dormida viendo la tele. Desperté a las siete de la noche pensando que eran las siete de la mañana. Eso, siempre que pasa, tiene el efecto inevitable de ponerme muy nostálgica. Las razones son largas de contar y las dejo para otro día. Me desperté pues en modo poético, no tan Pessoa pero sí me podría haber echado un Vallejo o un Gelman. En lugar de eso me encontré el último poema de Alejandro Aura. Es lo más conmovedor que he leído en mucho tiempo. Me recordó cuando recibí la noticia de la muerte de Cristiana y escarbé en busca de su último correo, uno que había escrito meses atrás. Lo más triste del mundo debe ser vivir condenado. Lo segundo más triste es leer la despedida de los que ya se fueron. Cómo nos van a extrañar, dicen, ellos que nos dejan y que no pueden dejar de dejarnos. Nos lo dicen llenos de miedo aunque traten de ocultarlo, porque ellos tampoco saben a dónde van. Lo tercero más triste es ver cómo disfrutan el día en que pueden salir a la calle o comer pizza o ver a unos amigos. Así como en esos días fríos y nublados cuando buscamos la banca a la que le da el único rayito de sol que sale entre las nubes espesas. Ya sabemos que se va a cubrir de gris de nuevo, pero ese circulito de luz no se puede desperdiciar mientras dure. Así viven sus pocos días los que saben la fecha de su partida. Así los vivimos todos.

Lo triste es lo definitivo. Lo segundo más triste son las despedidas definitivas. Lo tercero más triste es saber que se tiene uno que despedir y para siempre.

6 comments:

Yasnaya Elena said...

Como también ando en modo poético, dejo a Constantin Cavafis que comente:

Ítaca

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los pone ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades de Egipto
para aprender de sus sabios.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí es tu destino.
Mas no apresures tu viaje;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya el significado de todas las Ítacas.

Anonymous said...

otra cosa trizte este tener que contemplar las despedidas desde lejos o tener que ser parte de ellas sin derecho de llorar...
Un abracito
Ana

Chacha said...

Señito, quiero creer, y espero que así sea, que sólo por hoy se encuentre en este estado.
Seguramente su post tiene más entre líneas de lo que puede captar un tipo -como un servidor- con algunos litros de alcohol en su organismo.
Sí, hay días extraños. Cómo vivirlos, dejarlos de lado, o sobrepasarlos, hasta la fecha no lo he entendido; de las despedidas, ya han sido algunos años.

Reciba un saludo, y la chaparrita Yaja le dice que aún en la ausencia le recuerda.

Carlos

Violeta Vázquez-Rojas said...

Elena: Gracias, qué bien comenta el Cavafis ese. Ese poema en especial me ha comentado muchas de las cosas que vivo y que no escribo.
Anita: Sí es cosa triste, pero andando uno del ánimo apropiado, no hay que ser plañidera para llorar en funerales de desconocidos: de una, cuando a uno le conviene vive bajo el motto de Terencio "Nada humano me es ajeno". De otra, los poetas son de todos, los puede uno llorar a discreción siempre que los extrañe.
Carlos: quizás exageré: no es una trsiteza triste, sino una especie de nostalgia dulce. Dura poco, en efecto. Pero me gusta vivirla más que hacerla a un lado. Saludos y un abrazo a Yaja.

Anonymous said...

Pensé que sólo era yo, pero parece que no, ha de ser la luna...
Besos muchos en la nostaligia dulce de un día así, extrañandote como siempre o quizá como nunca.
Te quiero
Daniela

Chacha said...

O.K., igual y yo también exageré: fueron muchos galones de alcohol. Ja, ja, ja.