March 15, 2009

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo empaca

El título es un dicho que le aprendí a Oscar. Viene al caso porque me estoy mudando. Esto no quiere decir que durante los últimos cinco días haya estado acarreando muebles y volando pianos de cola, porque no tengo nada de eso. 'Me estoy mudando' quiere decir: ya no vivo en un lugar y todavía no vivo en otro, pero tampoco vivo en la calle. También quiere decir que he pasado la última semana tomando decisiones importantísimas, por lo irreversibles: esta bufanda multiusos que me regaló mi tía, ¿se va o se queda? los zapatos carísimos que compré hace dos años y que usé sólo una vez porque demasiado tarde me dí cuenta de que parecían botitas de El Borceguí ¿los empaco una vez más o se van a la tienda de caridad donde por cierto compré estos guantes que jamás me puse porque ya comprados me dieron mucho asco? Cada objeto insignificante pasa por un escrutinio riguroso: el desodorante viejo, el cangurito de hule, los cinco juegos de costura para emergencias, la caja de curitas, el arete sin par, la esperanza de encontrar el par de ese arete.

Empacar no es sólo ahorrar espacio y tomar decisiones. Tomar decisiones en la mudanza es revivir el pasado y adivinar el futuro, imaginarse las necesidades más remotas por venir: ¿no será que algún día me lastime la pantorrilla jugando futbol y necesite desesperadamente esta pomada de árnica que estoy a punto de tirar? ¿qué tal si la hija que no tengo y que no sé si voy a tener, a los diesciséis años quiere usar mi ropa como yo usaba la que mi mamá conservó en un veliz desde 1974 hasta que yo me la acabé de tanto ponérmela? Empacar implica sopesar las falsas esperanzas y distinguirlas de las verdaderas: nunca se ha dado el caso de que, pasados los treinta, uno quepa en los pantalones que usó a los venticinco. Empacar es terminar por admitir que la mudanza tuvo lugar mucho antes, sin maletas de por medio y sin que nos diéramos cuenta, de modo que el que hace un par de años usaba nuestras cosas ya no es el mismo que el que ahora las está guardando en cajas.

El valor sentimental de las cosas (la brújula de mi abuela, la bolsita chiapaneca que me regaló mi hermano) se encuentra por fin con un estándar objetivo de medición: el espacio que ocupa y el esfuerzo de arrastrarlo cinco pisos abajo y cinco pisos arriba, sin elevador, junto a 85 kilos más de cosas estrictamente útiles, como ropa de cama, abrigos pesados de invierno, documentos de identidad. Cuando empaco me doy cuenta de lo mucho que me importan mis amigos y lo poco que me importan mis exnovios.

Quisiera tener un alma minimalista, pero nací con el corazón barroco y hasta churrigueresco. Si no fuera porque nunca lloro, diría que las mudanzas por muy poco me hacen llorar.

10 comments:

Anonymous said...

al lado de un té con leche y unas galletitas con queso crema, déjeme decirle que es un gusto volver a desayunar con usted. alguna vez leí que las mudanzas vienen segundas en el ranking de cosas "cotidianas" que más nos stressan en la vida. tómeselo con calma y con ibupirac (los cuerpos de treinta ya no salen indemnes de acarrear cosas por escaleras).

Violeta Vázquez-Rojas said...

Minotauro enlaberintado: niguna maleta es suficientemente grande para tirar todo lo que debo, y en ninguna cabe todo lo que quisiera guardar.

Me aterra tener síndrome de Diógenes a los 70 años.

Mi nuevo lugar promete ser cálido y divertido, pero sobre todo temporal. Es el adjetivo de todo en mi vida.

Martita, casi que escribo por el puro gusto de acompañarla a desayunar. (punto y aparte: qué lindos los días de bajar a la facturería cerca de su casa en la mañana y pedir "facturas de cajeta" ante la mirada sorprendida de la dependiente).

Lo que más me estresa de las mudanzas es que se vuelvan tan cotidianas. ¿Cuáles son las otras cosas cotidianas más estresantes? ¿Casarse, a lo mejor? ¿Las reuniones con el asesor de tesis?
Dígame más, me interesó ese tema...

Anonymous said...

le digo, le digo. la primera cosa stressante en la vida del ser humano moderno es el divorcio. así lo decía la info que quedó grabada en mi memoria (aunque no debidamente grabada, ya no que no recuerdo si la leí en el riders, la escuché en la FM o se la escuché a la dependiente de las facturas con cajeta). las reuniones con el director de tesis no deben ni calificar (debe fallar el stressómetro por valores fuera de los normales)...

LUZ ENCO said...

Yo ayer tiré la mitad de mi casa. Jesus, el hombre de la basura, se puso bien contento. Cada que me arrepienta de haber tirado esto o aquello, pensaré en la cara de JEsus. También reparto mis cosas entre la gente que quiero y que alguna vez chuleó algo o sé que le servirá (también pa' que las cosas queden cerquita, no vaya a ser...). Sé que el eco que ahora nació en mi casa me aliviará de mi impulso arrojador venidero.

Larisa Escobedo said...

mudarse es triste y feliz al mismo tiempo. el jardin del vecino siempre se ve mas verde. la casa del futuro y la casa del pasado guardan mucha mas nostalgia que el camion de la mudanza.

Violeta Vázquez-Rojas said...

No me esperé, Martita, fuí a guglear... en efecto, el divorcio aparece como número uno en los records guiness de estresamiento. Con lo cual no me extraña que las mudanzas vengan segundas, pues son de la misma familia de los divorcios, y muy a menudo uno viene seguido inmediatamente de la otra. Finalmente mudarse es divorciase de casa.

Violeta Vázquez-Rojas said...

Luz, qué buena onda que me visitas (soy fan de tu blog). Esta es tu casa, y también semivacía, como tu casa... podemos tomar té en el suelo, y usar de manteles los tapetes bonitos que no se llevó Jesús.

Violeta Vázquez-Rojas said...

Larry. Ayer te vi en mi nueva casa, o sea, en la casa de Maria. Me saliste a recibir hecha recuadritos, fotos chiquitas en blanco y negro, cubierta de arena hasta santa sea la parte y acompañada por Maria Luisa. Y un perrito. Todo lo triste y engorroso que pudo ser esta mudanza se borró en ese segundo. Fue lindo verte ahi.

Larisa Escobedo said...

ahi estoy. ahi estoy. saludame.

Anonymous said...

Me divierto con tus historias