April 30, 2008

Y si algún día tuvo nombre, ya lo debe haber olvidado

No podría decir que es mi vecina, porque no tiene casa, es más bien como si la vida la tuviera de rehén en algún lugar en este barrio: en la puerta del supercito, en la entrada del cajero automático.

No sé a dónde se mete cuando llueve. Casi siempre está sentada en un cajón, con las piernas envueltas en una cobija y dibujando. O leyendo. Es joven.

La veo con la curiosidad y el morbo que nos despiertan los vagabundos: repulsión y compasión, una cierta envidia (ESO es mandar el mundo a la mierda, no las mentadas de madre sin destinatario que yo profiero cada día), miedo e incluso una cierta atracción física, porque es guapa.

Es lo más parecido a la muerte que yo conozca. Me la recuerda mucho, porque aunque yo nunca me he muerto, cuando la veo y cuando pienso en mi propia muerte siento la misma tristeza.

Quisiera tomarle fotos o acariciarla o traerla a mi casa y hacerla mi amiga, o escucharla hablar, aunque no sé siquiera si tenga voz. Creo que me atrae por inalcanzable, porque vive en un pozo profundo, profundo.

El otro día me volteó a ver por primera vez. Y me clavó la mirada insistentemente. Yo me agarré de la mano de Alejandro porque sentía que me guiñaba la muerte. Y yo quería guiñarla también.

Hoy la ví en la mañana muy temprano en una esquina donde nunca la había encontrado antes, despertando entre cobijas y el aliento tibio de un hombre igual de abandonado y sucio que ella. Era una escena conmovedora y violenta. Conmovedora porque pareciera que nuestra propia naturaleza nos lleva a buscar la compañía de alguien igual de solitario. Violenta porque la violencia es lo contrario de la voluntad y yo estoy segura de que ella no tiene voluntad de nada. El hombre la tocaba pero ella estaba viendo hacia el vacío con los ojos vidriosos y perdidos. Me movió de ternura y celos.

Me gusta porque es un espantajo, un pedazo de estopa sucia, un bulto entre cartones, una pérdida de tiempo, una espera permanente, es el estado más puro de la vida urbana, despojado de todo, excepto su absoluta, su flagrante, su brutal humanidad.

2 comments:

Larisa Escobedo said...

Siempre me ha conmovido eso de lo que hablas, esa decision, que se toma en algun momento de la vida, de mandarlo todo a la mierda, de decirle NO al mundo, de enfrentarlo y luego, abandonarlo. El loco y el yonqui de la calle nos restregan en la cara nuestros mas hondos deseos. El deseo de la animalidad. El deseo del desapego.

Y luego el terror.

Muy bonito post amiga. Te contesto la flor que me echaste, igualandola y reafirmandome y reafirmandote que tu, indudablemente, eres una riatota.

Te quiero.

Larisa Escobedo said...

hostia! me intereso tanto el contenido del post que hasta ahora que regreso a verlo recibo de nuevo el golpe del titulo: haber olvidado el nombre. Eso sea quiza el punto mas cercano a la divinidad, olvidar el propio nombre. agggghhh!!! no mames. que FUERTE.