June 13, 2008

Paciencia

Esta entradita tiene dedicatoria: es para Larisa, como todas las de este blog, pero más explícitamente


Éramos siete, y estábamos desperdigadas por todo el campo. Una le hablaba a los caballos, la otra veía fijamente el arroyito, la mano metida en el agua cristalina. La de más allá hablaba sola. Por allá junto a una roca quedó el frasquito con miel y los pocos pajaritos que no nos comimos. Yo veía atentamente las figuras el el caparazón de un insecto. La otra se cepillaba el pelo, cantando, y otra más caminaba despacito y observaba el paisaje, sonriente, con las manos entrelazadas en la espalda, como si el campo abierto de Tepoztlán fuera una sala de el Louvre. Y una de las siete simplemente no estaba.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que notáramos su falta. Cada quien estaba prestando atención a lo suyo, pero con lo poco que nos quedaba de cordura sabíamos que una desaparición era un mal sino. Así que dejamos nuestros respectivos quehaceres y nos dedicamos a buscarla: en el arroyo, tras los árboles. En la base de un árbol econtramos sus zapatos. Y luego su voz nos llamó desde la altura "¿No quieren venir a mi casita?". Volteamos a la copa del árbol y sentada en una rama altísima nos esperaba la muy flaca, moviendo las piernas en péndulos alternados, como hacen los niños cuando les cuelgan los pies de la silla. Su casita se veía frondosa y fresca, así que ahí vamos, intentando trepar el tronco musgoso. No podíamos subir más de medio metro: resbalábamos con la gracia de los borrachos que suben el palo encebado en las ferias de pueblo. "Quítense los zapatos", nos aconsejó a gritos. Nos sacamos las botitas, los tenis o lo que fuera, pero fue inútil, seguíamos resbalando con el cuerpo untado al tronco húmedo. Después de que todas lo intentamos varias veces y fracasamos, me convencí de que María Luisa sólo pudo haber subido a esa rama volando.

Ya unos años antes se nos había perdido una noche en Zipolite, cuando la buscamos recorriendo la playa de punta a punta varias veces y preguntando por ella en cada fogata, en cada campamento. Nuestra inusual capacidad de buscarla tanto tiempo sin cansarnos me hizo valorar la potencia de la cocaína. A la mañana siguiente ahí estaba de vuelta, como si nada hubiera pasado. Le pedimos nomás que para la otra que se quisiera desaparecer nos avisara y se hizo la ofendida.

Una vez pasamos la noche juntas otra vez las siete, pero esa vez aunque ella estaba allí no la vimos ni nos hizo reír ni nada. Cosa extraña, esa noche llorábamos a ratos, como en efecto dominó, porque bastaba que una empezara para que se les salieran las lágrimas a las demás. Luego hablábamos de otra cosa o incluso hablábamos de ella como si no pudiera oirnos. Otro día fuimos a la fiesta de su hija pero ella no estuvo. Yo no dejé de sentir que en cualquier momento saldría con las gelatinas o con más tostadas para el pozole ese tan bueno que hace su abuela. Que como en otras ocasiones, sólo era cuestión de paciencia. Ya unas semanas antes me había llamado Sergio una noche para decirme que María Luisa se había perdido, esta vez en serio y para siempre en el fondo de un barranco. Pero yo por supuesto sigo sin creerle.

4 comments:

Anonymous said...

¡Violeta! Las chicas me llamaron hoy a las 9 de la mañana para despertar mi enorme envidia por que desayunaban mimosas y para darme la mala noticia de que no vienes a la fiesta. Como quien no quiere la cosa me dieron la dirección de tu blog y heme aquí leyéndolo todo. ¡Me encanta! Hay cosas que me llegan hasta la adolescente que fui,(como las miles de envolturas y boletos de conciertos ochenteros que yo tengo guardados en mi cuarto de servicio) hasta la treintona de hoy que se siente la hoja que parece úna mitad pero que está completa en sí misma. Me fascinó la dureza y el desamparo compacto de anatomía de la trsiteza y no te creo nada que hayas recibido paletas de un abuelo falso. Le quiero presentar a tu vagabunda, a la vagabunda de mi barrio que también es guapa y siempre tiene un look diferente cada mes (sucio siempre pero diferente).Te mando un beso, espero que nos podamos ver antes de que emigre. Cómete un uchepo a mi salud.

Larisa Escobedo said...

ya. la otra temporada de hongos y esa noche en que mas que reir la freak de maria luisa nos hizo llorar. final triste de una historia divertidisima. eso es lo que distingue a hollywood de la vida diaria: inevitablemente, el final es de separacion.

Larisa Escobedo said...

y ademas con dedicatoria! que bien. estas aprendiendo muchachita.

Violeta Vázquez-Rojas said...

Hoy especialmente te extraño, Chucha.