Dice Enrique que hay dos temporadas de lluvias: una donde llueve fuerte una vez al día y otra donde llueve quedito sin parar durante semanas. A él le gusta más la primera, y yo coincido. Pero hoy estamos en la segunda.
No está mal, tampoco. Me recuerda cuando mi hermano Virgilio nos llevaba de paseo al campo. Una vez nos enseñó una cascada por Mil Cumbres, que se llamaba, o él llamaba, "El Abanico". Había que bajar una ladera empinada para llegar, resbalándonos entre el lodo rojizo, chapoteando en arroyitos, siguiendo el rumor del agua que se oía cada vez más cercano. A Virgilio se le ocurrió organizar un concurso de "a ver quién encuentra el hongo más grande". Y es que había hongos de todos colores y tamaños. Por supuesto, el concurso lo ganó él con un hongo que medía como cuarenta centímetros de alto. Nunca he visto uno más grande.
De regreso en la carretera un niño chapeado con una cubeta azul nos ofreció unos hongos amarillos y otros rojos, del color de sus mejillas. Mi abuela, que era una experta en esas criaturas de la sierra -los hongos, no los niños-, determinó que era imperdonable no comprarlos, pues se trataba de los míticos "pata de gallo" y guisados hacían un platillo de dioses. Tenían forma de coral y color de esponja.
Tenía razón mi abuela. Los pata de gallo los guisaron dos señoras que tenían una cocina de leña y se la pasaban peleando. Nosotros las veíamos discutir mientras esperábamos la comida y tomábamos café de olla al calor de su fogoncito. Hacía frío, teníamos los pantalones y las botitas enlodados. Desde la ventana veíamos la niebla envolviendo las montañas. Era uno de esos días en que no paraba de llover.
3 comments:
Buscaba algo para reirme y encontré tu blog. No me reí mucho, pero si sonreí varias veces.
ay querida violetita... muy bonito tu post... pero yo la verda la verda pense que ibas a hablar de la "otra" temporada de hongos... esa feliz adolescencia compartida en la que mane le hablaba a los caballos y maria luisa hacia pipi donde fuera... las lluvias en tepoz y las pupilas dilatadas... uffff... hermoso, hermosisisimo... todas las carcajadas que el SHOW le regalo a nuestra vida!
Yo también cuando escribí sobre hongos pensé en El Show y nuestras recolecciones de pajaritos. Pero no me atreví a escribir sobre eso porque lo que ahí vivimos era una experiencia literaria en sí misma: describirla sería como narrar por escrito El Quijote, y como sabemos, sólo Pierre Menard podría hacer con maestría algo semejante.
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