April 10, 2008

Playlist de una sola canción


Me enamoré por primera vez a los catorce años y a partir de entonces cada cuatro o cinco meses de una persona diferente, la mayoría de las cuales jamás se han dado por enteradas. Una vez me enamoré de una bióloga que me dio aventón y a la que nunca logré siquiera verle la cara (iba yo sentada en el asiento de atrás), pero me quedé obsesionada con su chamarra de cuero desteñida y su lucidísimo sentido del humor. No sé cómo, pero até cabos, hice conexiones y conseguí su teléfono. Cuando una voz de mujer sin acento argentino contestó del otro lado de la línea, usé el gastado recurso de los cobardes y colgué. Nunca más volví a saber de ella.

Me he enamorado tantas veces que no recuerdo los nombres ni las causas en la mayoría de las ocasiones. Me he enamorado en persona, por internet, por tele y hasta por teléfono. Una vez me enamoré de un policía antinarcóticos. Otra vez me enamoré de un payaso con todo y maquillaje.

Cuando estaba chica escuchábamos música en discos de vinil y en algún momento la aguja empezaba a saltar y seguía dando vueltas por el mismo surco indefinidamente hasta que alguien se animaba a moverla de lugar. Pasaba a menudo con las canciones que escuchábamos más, que era la parte del disco más propensa a rayarse. Para mí que eso es el enamoramiento: un patrón de pensamiento obsesivo, un darle vuelta y vuelta a la misma idea, a la imagen parcial y unidimensional que tenemos de alguien. (Por supuesto no estoy hablando del amor, sino del mero enamoramiento. Del amor no tengo ninguna opinión, ni lo vivo tan a menudo).

La obsesión asociada al enamoramiento va en consonancia con mi afán de ponerle soundtrack a cada historia que me invento. Cada persona de mi lista de amores posibles e imposibles lleva asociada una única canción que oigo una y otra y otra vez durante un cierto tiempo. Creo que me desenamoro el día que la canción llega a hartarme de tanto que la he escuchado. Podría hacer una lista de las más sonadas en mi ipod, que van desde Leonard Cohen hasta Franco de Vita (si eso se acepta como los dos extremos de un posible rango), pero no tengo la suficiente cara dura para afrontar algo tan digno de cábula. Lo que sí es que la semana pasada estuvo sonando quinientas veces Romeo and Juliet de Dire Straits. Esta semana alguien me hizo favor de darle un golpecito a la aguja y ahora tengo el ipod en shuffle.

4 comments:

Anonymous said...

Tú verdaderamente no tienes límites. Encima de lo inteligente, guapa y tan buena persona que eres, ahora muestras tus habilidades de escritora. ¿Qué sigue? ¿Pronto vas a sacar tu primer disco como cantante de tangos? Un abrazote enorme.

Pancho

Larisa Escobedo said...

Ale ale! el disco de tango! ya urge!!! Aunque se raye y se quede nomas en el amor... dulce amoooooorrr

Larisa Escobedo said...

mas post!

Anonymous said...

Lo peor que ocurre con esos soundtracks es que se vuelven como los tratamientos para la gripa que nunca terminamos, lejos de erradicar al maldito virus lo hacemos inmune cada vez a más canciones.